EL ALAMBIQUE

Alejandro / Barragán

Paradojas

SI hay que elegir entre una reunión de asuntos importantes para el pueblo y otra de asuntos importantes para la organización, el dilema lo solventa el regidor con una solución salomónica: se escoge la segunda opción y se nombra un sustituto para la primera. Si los asuntos importantes para el pueblo enojan a parte de los súbditos, éstos acuden a la reunión. Si en el transcurso de ésta, los súbditos arman gran alboroto, sus representantes electos les mandan callar. Entonces, el revuelo crece y las llamadas al orden se suceden. Es aquí cuando la soberanía popular entra en paradoja. El pueblo se manda a callar a sí mismo.

En ocasiones, el grito de los enojados llega a un punto que la suplencia municipal amenaza con la expulsión. Si no se obedece, se exige el desalojo de la sala. Y si quienes han de ejecutar el desalojo son los mismos que han de ser desalojados, nos encontramos con una nueva paradoja. Y la paradoja comienza a rodar cuesta abajo, cuando quienes desobedecen la orden de desalojo son los que siempre han de obedecer órdenes superiores. La paradoja queda suspendida cuando se decide obedecer y desalojar. No conformes con estas incongruencias, nos encontramos con que parte de los representantes populares (los que no deciden) se enfadan alegando el problema indisoluble de la soberanía popular antes expuesto. Y no sólo se enojan sino que se marchan con los escandalosos desalojados. Dejan así, solos, a los que deciden y mandan sobre sus súbditos. Y entonces, estos también se enojan, porque consideran una falta de respeto hacia los ciudadanos el abandonar la reunión y cobrar dietas por asistir a ella.

A continuación, puede regresar el regidor ausente y hacer que brote el siguiente episodio de paradoja; cuando el regidor ausente reclama la devolución de la dieta a quienes se han ausentado de la importante reunión para el pueblo. Sin deshacer el ovillo de las paradojas, los representantes que no mandan deciden desobedecer al regidor. Y no devuelven la dieta. Lo que es más, deciden exigir al regidor que devuelva el dinero de su viaje a la reunión importante para su organización. Y todavía más, le exigen que dimita. Pero éste, representante de los portuenses, también sabe desobedecer. Y desobedece.

Apasionante.

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