Parábola de un divorcio

No formaban un matrimonio bien avenido. No les dieron una orden de alejamiento, pero faltó poco

La parábola tiene la ventaja de que puede ser del agrado de todos. Incluyo ahí a los lectores de la Biblia y a los de la revista Nature. Para los creyentes, la parábola es una narración simbólica de la que se deduce una enseñanza moral o ejemplar. Mientras que para los laicos la parábola es "una curva abierta formada por dos líneas simétricas respecto de un eje, en que todos sus puntos están a la misma distancia del foco y de la directriz (que es la recta perpendicular al eje)". En caso de maremoto, puede haber olas parabólicas, pero se puede sacar un simpecado por si acaso. En resumen, unas parábolas se entienden mejor que otras. La del hijo pródigo es sencilla; y la del rico con el camello pasando por el ojo de la aguja también. A los ricos en el Evangelio los condenan, y en España los sacuden a impuestos Pedro y Pablo. Ser rico no merece la pena. Y divorciarse tampoco, como van a ver a continuación.

En la ciudad de Cádiz había un equipo de fútbol, que cayó en un pozo profundo. Llegaron dos locos por el balón, que se juntaron, y uno estaba en la cárcel y el otro todavía no, pero era presidente de otro club, y ni uno ni otro podía ser presidente del club del pozo, así que pusieron a un hombre de confianza. Después vino un entrenador con apellido de almirante, que empezó perdiendo todos los partidos, pero a la hora de la verdad, no se sabe cómo, ganó las eliminatorias, y el equipo salió del pozo. Se montó una fiesta: la del hijo pródigo laico que volvía a Segunda tras arruinarse.

Una vez que fue mejorando de salud, los dos locos por el balón demostraron que no formaban un matrimonio bien avenido. No les dieron una orden de alejamiento, pero faltó poco. Ese equipo de fútbol era como si te ponen un piso. Y cuando decidieron divorciarse los dos querían el piso (digo el equipo), pero ninguno quería pagar un duro al otro, sino que se tiraban los trastos a la cabeza. En esto surgieron algunas operaciones judiciales raras, que mejor pasamos por alto. Pero el loco al que llamaban Vizcaíno lo aprovechó, y terminó echando al inquilino que el loco llamado Pina había alojado en su parte del piso. Dijeron que era una víctima, como un Cordero degollado.

Entonces los dos locos vieron que el piso estaba lleno de fantasmas, y la gente se asustó, y se veía venir lo que pasará con este divorcio puñetero. Preguntaron a la salida de la ofrenda a la Patrona: ¿en estos casos, qué es mejor? ¿Comprarte la revista Nature, por si dice algo de la medalla, o rezar para que el matrimonio se ponga de acuerdo?

Yo lo tengo muy claro.

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