La otra mirada

José Manuel / Benítez Ariza

Papeles

COMO se da en mí la triple coincidencia de que soy antiguo, me encantan los papeles y adoro los métodos de clasificación y archivo de documentos, de un tiempo a esta parte no hago otra cosa que lamentarme ante la inminente sustitución de los viejos fondos documentales por bases de datos informatizadas. Nada garantiza que éstas vayan a ser más duraderas que los archivos de papel: en un libro reciente, comentaba Alberto Manguel cómo la BBC, hace unos años, intentó remedar con recursos informáticos el viejo Domesday Book, un monumental censo medieval que es también un clásico de la literatura inglesa. La base de datos resultante, en la que se invirtieron enormes sumas, en menos de una década quedó inservible: los programas utilizados para su elaboración habían caído en desuso y nadie sabía reactivarlos. En cambio, el Domesday Book medieval, escrito sobre pergamino, sigue en perfecto estado de revista... Si aplicamos la lección a otros muchos casos de la vida cotidiana, es fácil llegar a sospechar que, en cuestión de décadas, mucha información relevante de carácter censal, económico y académico resultará inaccesible. Hasta no hace mucho, cualquier persona que hubiese cursado estudios en algún colegio público no tenía más que acudir a la secretaría de ese centro para que un amable funcionario le extendiese el correspondiente certificado. Los investigadores se deleitaban, y todavía se deleitan, en desempolvar viejos boletines de notas que probaban que el niño Antonio Machado, por ejemplo, suspendía habitualmente la asignatura de lengua española.

Si las cosas siguen así, dentro de poco tales "descubrimientos" no serán resultado de la paciencia y curiosidad de algún investigador, sino que estarán al alcance de la mano de cualquiera que desee conocer los antecedentes de un ciudadano. El gobierno británico, leo, piensa crear una enorme base de datos con los registros académicos de todos los escolares ingleses. Dentro de unos años, cuando alguno pretenda acceder a un puesto de trabajo, su jefe no tendrá más que efectuar una consulta para saber si, de niño, ese joven era estudioso o no, o si solían expulsarlo de clase por mal comportamiento.

No parece que semejante idea vaya a aplicarse de manera inminente por estos pagos. Pero no cabe duda de que es técnicamente posible. Y poca intimidad nos quedará ante quien tenga la posibilidad de casar esos datos, pongo por caso, con los registros del fisco y la seguridad social. Con lo que se da una curiosa tesitura: la huella de nuestro paso por la tierra es hoy más frágil que nunca, pero no hay dato que no pueda ser utilizado contra nosotros. Nunca fuimos tan poca cosa: condenados de antemano al olvido en el que, previsiblemente, quedarán sumidas más pronto que tarde todas las bases de datos; pero, mientras tanto, férreamente controlados.

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