Precisamente en estos tiempos en los que se promueven declaraciones solemnes y todos los bienes se apellidan de interés cultural, todos los patrimonios son inmemoriales y de la humanidad y todas las ciudades son o quieren ser capitales de la cultura; es cuando más en peligro están esos mismos bienes que se dice proteger. En esas batallitas juegan intereses económicos y políticos. Muchas candidaturas son mera propaganda política sin verdadero estudio o fundamento, a mayor gloria del postulante. Pocas concitan el acuerdo unánime del interés común.

Lo hemos visto recientemente en nuestra querida Andalucía con la promoción de la declaración por parte de la Unesco del paisaje olivarero andaluz de Jaén, Córdoba, Sevilla y Málaga. Un paisaje denominado Mar de olivos, formado por 66 millones de árboles como Patrimonio de la Humanidad. Pues bien, diversas organizaciones agrícolas y cooperativas han mostrado su rechazo alegando que dicha declaración impondría limitaciones y obligaciones a los propietarios y les impediría tocar un olivo sin autorización. La Diputación de Jaén, por lo visto, ya se ha retirado de la propuesta de la candidatura.

Jerez de la Frontera se postula como Capital Cultural Europea 2031 mientras su paisaje de viñas, uno de sus valores más singulares, se destruye con la aquiescencia del propio Ayuntamiento y de la Junta de Andalucía que no detiene y consiente semejante aberración. Aerogeneradores y placas solares destruyen siglos de historia y cultura con el silencio sepulcral e interesado de quienes más tendrían que protestar sonrojando a la población. ¿Lo contarán en la candidatura?

La triada mediterránea, el trigo, el olivo y la vid desaparecerán gracias a quienes dicen protegerlo. Envolverán su crimen con declaraciones solemnes, con la excusa de las energías renovables. Se escudarán en la complicidad de una ciudadanía apática, en la propiedad que lleva años sembrando a pérdidas y que se ha vendido por propia supervivencia.

Cada vez que paseo por el campo, que me enamoro de un paisaje, procuro retener en la memoria lo que veo. Rezo por cada cepa, por cada viña que es una enseñanza de la vida. Retengo el milagro de lo que los siglos han logrado conservar. En mis rogaciones no están las declaraciones solemnes a mayor gloria de quienes las promueven sin el verdadero amor y protección de lo que hemos heredado, de lo que somos.

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