Quousque tamdem

Luis Chacón

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El Papa sabio

El sueño de la izquierda atea es reducirnos a las catacumbas y sacarnos de la sociedad

El año se despidió con la muerte de Su Santidad Benedicto XVI. Ya está junto al Padre, de quién, como ha expresado él mismo en su testamento, espera que «a pesar de todos sus pecados y defectos, le reciba en la morada eterna». El día en el que fue elegido para ocupar el trono de Pedro, se dirigió a los fieles diciendo: «Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar con elementos insuficientes». Una meditada idea que define el carácter de quien fue un fino intelectual de vastísima cultura, un excepcional teólogo y a su vez, un hombre humilde que se sintió moralmente obligado a renunciar al papado tras una profunda, trascendental e interiorizada reflexión, cuándo se vio sin fuerzas suficientes para asumir la enorme carga del pontificado e implementar las necesarias reformas que exigía la Iglesia. Lo que nos enseña que ser consciente de las propias limitaciones y carencias, nos sitúa en un lugar privilegiado para afrontar nuestras obligaciones. Una muestra de madurez en las antípodas del pueril voluntarismo tan asentado en la sociedad actual.

Su pontificado y su vida -una larga vida de casi un siglo- tiene, como la de todo personaje público, luces y sombras. Pero sería injusto no reconocer que hay mucha más luz en ella. La inmensa luz de sus aportaciones a la filosofía y la teología junto a su pontificado y la sombra del equivocado tratamiento que dio la Iglesia al horrendo crimen de los abusos a menores y que él corrigió en la dirección correcta, seguida por su sucesor Francisco.

Su testimonio es de fortaleza en la fe y la defensa de la Iglesia. Los cristianos no debemos acomodar nuestra fe a los vaivenes de la sociedad. Desde el respeto a la libertad religiosa que ya consagró el Vaticano II, debemos ser firmes en la defensa de nuestros principios morales. Sin imponerlos, pero defendiéndolos con orgullo. Y buscando honradamente convencer a los demás de la grandeza del mensaje de Cristo. El sueño de la izquierda atea, la misma que manipula estos días la obligatoria pertenencia de un adolescente Joseph Ratzinger a las Juventudes Hitlerianas, a la vez que se deshizo en elogios tras la muerte de un tirano sanguinario como Fidel Castro, es reducirnos a las catacumbas y sacarnos de la sociedad. Si no lo consiguió el Imperio Romano y aquí estamos dos mil años después, tengo la plena seguridad de que lo van a tener muy difícil. Más, con ejemplos como el de Benedicto XVl, el Papa sabio.

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