El balcón

Ignacio / Martínez

Paños calientes

LA condena a siete años de cárcel de José María del Nido la dio el Telediario en la sección de Deportes. Error. No condenan a este hombre por su gestión deportiva, sino por corrupción: por participar en un episodio del expolio al que la banda de Jesús Gil sometió a Marbella durante 15 años. Por tanto, la noticia debió ir en el mismo espacio en el que aparecen las de Gürtel, los ERE falsos, Mata, Bárcenas o las facturas de UGT. Pero los prohombres deportivos disfrutan casi siempre de benévolas coberturas mediáticas.

Cuando el juez Santiago Torres metió en la cárcel a Gil en el 99, la primera noche en el programa deportivo de mayor audiencia de la radio le hicieron una entrevista de guante blanco a su hijo; la despedida fue familiar: "¡un abrazo para tu padre!". Por aquel caso, el alcalde de Marbella fue condenado a 28 años de inhabilitación y a sólo seis meses de prisión, por corrupción.

Este es un país sensible con la apología del terrorismo. Con toda razón. Nos irrita que se reciba entre aplausos en su pueblo a un asesino etarra que no se ha arrepentido de sus crímenes y no ha pedido perdón, por mucho que haya cumplido su condena con las reducciones que marcaba la ley cuando fue sentenciado. Pero no somos tan estrictos con la apología de la corrupción, la hagan los allegados o los propios interesados.

Carlos Fabra, ex presidente de la Diputación de Castellón, presumía días atrás de la sentencia que le condenó a cuatro años de cárcel por delito fiscal, porque la Audiencia provincial no tuvo en cuenta las acusaciones de cohecho y tráfico de influencia. Argumentaba que desde el punto de vista moral eso equivalía a no considerarlo corrupto. Evadir impuestos según él es un pecado venial que comete todo el mundo.

En el caso de Del Nido, este abogado pasó 79 minutas que sumaban casi tres millones de euros, una cantidad exorbitante a juicio del tribunal, por encargos innecesarios, hechos de manera verbal, sobre los que no hay expedientes. Es condenado por apropiarse de caudales públicos. Una malversación que no sólo perjudicó a Marbella: los miles de millones de pesetas que ese Ayuntamiento dejó de pagar a Hacienda o a la Seguridad Social durante la era Gil fueron un robo al conjunto de los ciudadanos.

Así que sobran los lamentos del alcalde de Sevilla o la delegada del Gobierno en Andalucía. Nada tienen que reprocharse ni el club ni la ciudad. Sobran elogios de la prensa como "el mejor presidente de la historia del Sevilla". Este no era un asunto deportivo.

Corrupción no hay más que una. Y sobran los paños calientes.

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