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Pan sin circo

Ahora tienen competencia entre los municipios de la Bahía de Cádiz para ver quién es más animalista

Se están cargando nuestras costumbres, el rico folklore plurinacional, y convierten en un dogma laico cualquier idea que se les ocurre. La libertad no era eso: prohibir todo lo que no les gusta. Y los demás que se fastidien. Se imitan unos ayuntamientos a otros y se quedan tan panchos. En San Fernando, Patricia Cavada también ha prohibido los circos con animales. Ahora tienen una competencia entre los municipios de la Bahía, a ver quién es más animalista. Los de Podemos e IU (que estarán despistados intentando justificar al injustificable Maduro), no se han dado cuenta de que el animalismo también es de origen cristiano, como casi todo, porque en el portal de Belén ya hubo una mula y un buey. Los Reyes Magos viajaron en camellos, que también se han prohibido.

Por el contrario, ¿qué hacían los bárbaros? Desde poco después de Adán y Eva, el hombre entendió que todo lo que vuela termina en la cazuela. Cuando se encontraban con un animal, había dos opciones: o el hombre se lo comía, o al revés. Las mujeres eran más tranquilas, y aprovechaban las pieles para hacerse abrigos, hasta que cambió la moda. Hoy, con el calentamiento global, ya no hacen falta abrigos de pieles.

Avanzando, se llegó al circo romano. Era más rudo que los circos prohibidos en San Fernando, Cádiz y otras ciudades animalistas. De vez en cuando, los romanos echaban carne a las fieras (cristianos, ateos, los que pillaran más a mano). En contra de lo que dicen en San Fernando, esos animales de los circos no "devolvían el cariño" a los hombres, sino que se los zampaban. Esto ha sido siempre así. No se debe confundir a los tigres con los gatitos. Sería como confundir a Maduro con un libertador progresista.

Ya se acabó el tiempo de los domadores, que intentaban poner un poco de orden en el circo. Hasta ahora, se permitía que el rey de la creación le dejara las cosas claras al rey de la selva. Pero ahora gusta más una selva, por si aparece una Wonder Woman, nada de Tarzán. Pasa igual que en los toros: antes se defendía al torero, pero ya no. Ahora en las redes sociales hay desalmados que se alegran públicamente por la muerte de un torero, como si fuera lo mismo.

El libro de cabecera de nuestros ayuntamientos debería ser Rebelión en la Granja, de George Orwell, que está de plena actualidad. Cualquier día los plenos de la Bahía serán presididos por un caballo, una oveja o un loro. Algunos pensarán que no se notarían demasiadas diferencias. En tal caso, se puede entender que vamos por el camino correcto. Nuestros municipios son animalistas, siempre y cuando los animales no se afilien al partido político equivocado.

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