A estas alturas uno tiende a pensar, cargado de razones, que la regularización de los terrenos de la playa de El Palmar no tiene solución. Décadas de indefinición y de atentados urbanísticos, o rurales, como se quiera llamar. Décadas en que nadie ha sido capaz, suponiendo que haya habido la voluntad, de poner de acuerdo a antiguos colonos, vecinos nuevos, compradores, intermediarios, corredores, especuladores, concejales, alcaldes, delegados gubernamentales, fiscales, jueces, ecologistas, hosteleros, labradores y ocupantes de fin de semana. Eso sin contar los técnicos, arquitectos y urbanistas, además de policías, empresas eléctricas e inconcebibles recaudadores de impuestos urbanos en zona rústica. Y seguramente me olvido de algún colectivo.

Ahora interviene la Junta de Andalucía en lo que se supone que es una decisión de poner orden en ese caos sólo levemente descrito arriba. El gobierno autonómico avisa con suficiente antelación a los posibles infractores que, según la información publicada en este Diario, se apresura a retirar cualquier pista de delito, vallas e incluso casas de madera instaladas desde hace tiempo. Un buen número de presuntos infractores se ofrece casi voluntario a velar por que no se levanten nuevas construcciones… pero naturalmente no ofrecen derribar las suyas igualmente ilegales. Como cuatreros devenidos en sheriff, como dando por hecho que su falta, ya asentada, está por eso perdonada.

Esta historia, como un drama sin argumento trenzado, podría servir de base a cualquier comedia bufa del nunca bastante llorado Berlanga, una escopeta nacional de segunda generación inevitablemente parecida a la primera. Aquí tampoco han faltado los supuestos emprendedores corriendo detrás de autoridades en busca de favores, ni los otros consolidados persiguiendo a los mismos para que no les arrebaten lo logrado. Lo que le quita gracia a esta película es que ya conocemos el final: los más listos, los que llegaron los primeros y levantaron sus casas ilegales bajo telones de nocturnidad o de simple vista gorda serán legalizados por un precio bajo; la playa parecerá una figura evangélica, ya que seguirá siendo llamada virgen a pesar de haber sido más bien violada, y aquí paz y después gloria. Los que conocieron y amaron El Palmar como un paraíso no reeditable ya no volverán.

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