EL rehén francés en manos de Al Qaeda en el Magreb Islámico, Pierre Camatte, fue liberado el martes en el norte de Malí después de casi tres meses de cautiverio. Ojalá sean liberados igualmente los tres cooperantes españoles secuestrados tres días antes que Camatte por la misma organización terrorista.

Gracias a las presiones de Francia, su principal socio económico, el Gobierno de Malí accedió a las exigencias de los secuestradores: la puesta en libertad de cuatro de sus compinches, que habían participado presuntamente en atentados sangrientos en sus países de origen, Argelia y Mauritania. Les hicieron un juicio rápido en Malí y fueron condenados a nueve meses de cárcel por tenencia ilícita de armas, que ya habían cumplido en prisión preventiva. Como el Gobierno francés había pagado ya el dinero del rescate, los cuatro salieron a la calle.

Un final feliz, pues, que tiene un reverso que no conviene eludir. Se ha salvado una vida, como debe hacerse, pero a cambio se ha puesto en peligro otras. El grupo de terrorismo islamista ha conseguido los objetivos que se propuso. Ha logrado que cuatro de sus activistas recuperen la libertad para seguir secuestrando, extorsionando y matando y ha obtenido fondos en cantidad indeterminada que empleará en continuar su actividad criminal. Mientras el presidente Sarkozy "garantizó el apoyo de Francia (a Malí) en la lucha contra el terrorismo", Mauritania y Argelia, que han sido privados de la posibilidad de juzgar a los terroristas liberados por actos cometidos en ambos países, han mostrado su malestar: la liberación "constituye una iniciativa peligrosa para la seguridad de la región y sirve objetivamente a los intereses del grupo terrorista". Con toda razón.

Y es que el terrorismo no sólo golpea nuestras vidas y nuestros bienes más preciados, sino que nos plantea dilemas morales irresolubles para una sociedad civilizada y democrática. ¿Debe un Estado hacer todo lo que esté en su mano para salvar la vida de uno de sus ciudadanos secuestrado por una banda terrorista? Por supuesto que sí. ¿Debe ser consciente de que el dinero que entrega para salvar esa vida se utilizará para segar otras y que si pone en libertad a terroristas garantiza que el terrorismo no acabará? Por supuesto que también. No me gustaría tener que decidir en un caso así.

Recuerdo un pasaje del libro Noticia de un secuestro, de García Márquez. Un presidente de Colombia recibe en su despacho a un grupo de familiares de un secuestrado. Está tenso porque tiene que decirles a estas personas angustiadas que el Estado no puede ceder al chantaje de los terroristas. Entonces, uno de ellos se adelanta y dice: "Señor presidente, no se preocupe, yo en su caso haría lo mismo". Terrible.

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