Efecto Moleskine

aNA SOFÍA / PÉREZ- / BUSTAMANTE

O' Paca

HE sufrido un desengaño: con tantas horas de televidente de series policiales yo alimentaba la ilusión de que habría podido ser una estupenda detective. Era una ilusión inofensiva, de esas que consisten en intuir a los cinco minutos quién es el malo de la película. A veces la ficción condiciona la forma de ver la realidad, ya saben: es la historia de don Quijote, lector de novelas de caballerías. Recuerdo una vez que no saqué dinero de un cajero porque a las cuatro de la tarde de un domingo de carnaval, en una calle vacía, había dos individuos merodeando, uno visible y otro como al acecho. Dos individuos fuera de lugar y yo sola frente al peligro de Unicaja diciéndome: ¡tate! Claro que, en cambio, cuando me enteré de que dos pisos por debajo del mío habíamos tenido un laboratorio de droga, jamás lo hubiera sospechado. El inquilino argentino era de una amabilidad zalamera intermitente, y al poco apareció un compañero, un gordo mudo y sin modales, cuya relación con el primero resultaba inconexa. Pero es que ahora resulta que el FBI (o a lo mejor es Scotland Yard, no me hagan mucho caso) anda reclutando agentes a través de anuncios en la televisión, y es entonces cuando me doy cuenta de que jamás me elegirían, porque hay que tener dotes sobrehumanas. Por ejemplo, estás en la calle un rato y luego te preguntan cuántos hombres y mujeres han pasado, si había alguna pelirroja o algún armenio, de qué marca era el carrito del bebé, qué botón pulsó aquel en el portero automático, y de qué estaban hablando dos que había frente a Cortefiel. Qué de estrés. Yo debería haber sospechado que la observación no era lo mío. De hecho, cuando se me traspapelaba el niño en la playa me costaba recordar qué bañador llevaba puesto para que pudieran decirlo por el altavoz. Yo hubiera jurado que mi niño vestía bañador, y poco más. Luego, cuando de vez en cuando mi marido se acercaba sonriente sin motivo, y al poco me miraba con reproche, no me percataba de que la gran novedad es que venía de pelarse. (Obre en mi descargo que mi marido no tiene mucho pelo cuantitativo). No sé. Creo que veo demasiada televisión. Me está dando la impresión de que la realidad no sigue un guión y es mucho más opaca.

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