La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Pablo Iglesias, Rushdie y el Rey

Opinar en 280 caracteres, a contra reloj, es una temeridad; estaría bien que no lo hiciéramos a la ligera

No conozco a ningún aspirante a periodista que no quiera escribir opinión. Desde primero de carrera. Parece fácil: no hay que investigar ni contrastar. Basta con sentenciar. Cuanto más altisonante, mejor. Y no debería extrañarnos en una sociedad de todólogos donde pesa más el atrevimiento del ignorante que la prudencia del "sabio" (permitidme la exageración).

Lo cierto es que las columnas periodísticas se parecen mucho a los cuentos: son breves pero intensas, se presentan tan sugerentes como provocadoras y no tienen más límite que la libertad de expresión. Irónicas y divertidas unas veces; moralizantes y aleccionadoras, otras. Reflexivas, siempre. O casi. Porque opinar en 280 caracteres, a contra reloj, es una temeridad. La razón de fondo tiene que ver con la esencia del oficio: los novelistas trabajan con la ficción y los periodistas, con la verdad (con la versión más verosímil de la realidad). Unos inventan y otros relatan. Unos nos ayudan a soñar y otros tienen la misión de explicarnos qué pasa; de ayudarnos a entender.

Todo esto es la teoría. Porque la tecnología nos está haciendo la vida más fácil (prueben a imaginar cómo se desenvolvían hace solo unos años sin móvil, la Wikipedia e internet) pero también más volátil. ¿De verdad que no se puede activar una opción de "deshacer" para cuando metemos la pata enviando un mensaje en Whatsapp y Twitter? ¡Cuántas polémicas estériles nos ahorraríamos!

Arremete Pedro Sánchez contra los medios que estos días anticipan una "crisis de gobierno" a la vuelta del verano (también lo negó hace un año y al final cambió medio Ejecutivo) y los acusa de "intoxicar". Pero intoxicar no es opinar (aunque lo hagamos molestando y sin consistencia); intoxicar tiene un sentido literal de "envenenamiento" y otro subyacente nocivo y de manipulación. Tal vez lo que quería decir el líder socialista es prevenirnos ante las serpientes de verano, esas no-noticias que nos distraen de la actualidad cuando azotan las olas de calor. Como la que se ha montado contra el Rey por no levantarse en Colombia ante la espada de Simón Bolívar. Como la que se ha desatado contra Pablo Iglesias y Podemos por su pseudosilencio ante el atentado contra Salman Rushdie. Volvamos a Barrio Sésamo: una cosa es informar (y se exige un mínimo de rigor y diligencia), otra opinar (estaría bien que no lo hiciéramos a la ligera) y otra intoxicar (cuánto ganaríamos como sociedad si dejáramos la malicia para los cuentos).

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