En verdad, ¿a quién estorban las elecciones? ¿Quién considera una molestia tener que acudir, como los designios políticos han deparado, varias veces a las urnas en un plazo desacostumbrado? Depositar la papeleta en la urna no lleva más de unos minutos, aun en los casos en que hay que esperar, y hay pocos actos que nos hagan más ciudadanos. Tal vez sea un incordio para muchos políticos que vaticinan malos resultados. Y para otros que se enfrentan a las consecuencias nefastas que puedan tener las ocurrencias que salen de su boca sin haber pasado antes por su cerebro. ¿Pero a nosotros? ¿a los votantes que tenemos en nuestros dedos decidir quién nos va a subir los impuestos o no? ¿a quienes, soberanos democráticos, acordamos quién diseñará las normas de nuestro marco ciudadano, laboral, social? Celebremos estas convocatorias como concernidos por tan alto encargo, orgullosos de cumplirlo.

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