El Alambique

Enrique Bartolomé

Objetivo, El Puerto

INAUGURADO el nuevo mandato municipal, cuatro años han sido suficientes y los que están por venir, lo serán también. Bastantes, al menos, para reposar, analizar y ponderar nuestros comentarios.

Veo (mejor: leo) a algunos ediles locales un tanto lenguaraces. Tienen, de momento, mi reconocimiento y mi paciencia. Y no lo digo, precisamente, por los que acaban de aposentarse en el gobierno de la Corporación. Más bien por los que estuvieron. Entiendo, de momento, que deben aclimatarse a ese frío invernal (y no pagado) de los concejales sin cartera. Ya decía un político italiano que el poder desgasta a quien no lo tiene.

Para todos ellos. Para los que sí y para los que no. Para esos 25 concejales que, de una u otra manera, tendrán que echar a andar a una ciudad de momento en varada, estas reflexiones. A vuela pluma, esos sí, pero consideradas y sopesadas.

En casa oí decir que volver la vista atrás es una cosa y marchar atrás, otra. Y eso debemos pretender si pretendemos avanzar por el sendero adecuado. Solo la memoria del corazón -decía García Márquez- elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.

Es necesario echar un vistazo al pasado para comprender nuestro presente. Hay ciertas cuestiones que perduran siempre. El mundo que nos rodea, las experiencias vividas (buenas, regulares y malas) y esos sueños cumplidos con el paso de cada hoja del calendario, se inscriben en nuestra historia personal como lo hacen las letras impresas cuando construyen las páginas de un periódico.

Vivimos en una ciudad que ha escrito su pasado y su historia, arrullado por el sonido del mar y abrazado por marismas claras y saladas. Pero son sus gentes las que han forjado el carácter de El Puerto. Las que han dotado a esta localidad costera y marinera de su peculiar idiosincrasia. Tenemos aroma a salitre y a caldos celestiales de nuestras catedrales del vino; a redes secadas al sol y veraneo; a historias de cargadores a indias y anécdotas de portuenses narradas a media luz. Y a otras muchas vivencias y episodios que prevalecen en la memoria dinámica de sus gentes.

Porque -como pregonaba Nietzsche- solo aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.

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