Manuel Bustos Rodríguez

El Obispo y su obra

El autor hace un repaso por los "puntos fuertes" del gobierno diocesano de Rafael Zornoza desde su llegada a Cádiz en el año 2011 tras ser obispo auxiliar de la diócesis de Getafe

El Obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza Boy.

El Obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza Boy. / Lourdes de Vicente

La llegada de un obispo a su diócesis, como la de todo lo nuevo, siempre suscita una gran expectación. En esta actitud, sin embargo, coinciden anhelos muy diferentes. Están quienes esperan unos mejores tiempos para la Iglesia en general, pero también aquellos que se conforman con la confirmación o sustitución de su párroco, pasando por quienes, más allá, muy en lo humano aunque escaso en lo cristiano, aguardan su confirmación en el cargo o su mejora dentro de la corta jerarquía diocesana. Es muy habitual, más quizás en los tiempos que corren, la esperanza de muchos en verse favorecidos por su prelado de una u otra forma. Y si no es así, fruncen el ceño, se quejan y hasta pueden ir derramando en los medios y ambientes que pillan a mano su amargura en forma de crítica despiadada. Algo parecido viene experimentando en su propia piel nuestro obispo de Cádiz y Ceuta, desde hace algún tiempo, y últimamente en un alto grado. Por eso, y no por afán de contrarrestar nada (allá cada uno con su conciencia), bien merece la pena recordar aquí algunos puntos fuertes de su gobierno diocesano.

Zornoza llegó oficialmente a Cádiz en 2011. Venía con una nada desdeñable experiencia como obispo auxiliar de la recién creada diócesis de Getafe, después de haber pasado varios años como párroco en la iglesia de San Jorge de Madrid y de ocupar otros variados cargos eclesiásticos. De su buen hacer en ella dio fe la llegada a Cádiz, procedentes de Madrid y otras partes de España, de un numeroso grupo formado por jóvenes matrimonios y algunas personas solteras, con el exclusivo propósito de compartir con quien fuera su pastor un día de convivencia. Estuve unido a ellos una parte de este tiempo, verificando por mí mismo el cariño que le profesaban.

Es cierto que la realidad de nuestra diócesis es muy diferente de la que él conocía: ni la idiosincrasia de sus hombres, ni de su clero, es asimilable a la de la diócesis de Madrid o la de Getafe, ni tampoco la situación cultural y socioeconómica de la zona. Sin embargo, Zornoza ha realizado un esfuerzo, dentro de las limitaciones físicas y humanas que todos tenemos, por conocer a sus diocesanos y sacerdotes. Ciertamente, como todo el que llega con una responsabilidad, lo primero que hace, pasado un tiempo prudencial, es tratar de buscar sus propios colaboradores, subsanar las deficiencias observadas e impulsar, por los medios que honestamente considera adecuados, la labor para la que ha sido llamado por la Iglesia en esta parte de la misma. Y lo lleva a cabo desde unos planteamientos comunes, pero partiendo a la vez de su propia percepción de la realidad, de las necesidades de la diócesis que observa, de sus carencias humanas y materiales. Siendo lo dicho algo obligado que toda persona con responsabilidades del tipo que sean lleva a cabo, no por ello deja de suscitar alrededor ánimos, ilusiones, agradecimientos, pero también resistencias, quejas y hasta rechazo de algunos, que, desde su propia valoración de las cosas, sienten vulnerado su honor, sus expectativas o lo que dan en considerar sus derechos. Estas actitudes, que en la Iglesia, aunque humanas, deberían quedar en un plano secundario, a veces se convierten en prioritarias, provocando reacciones con frecuencia injustas y desmedidas.

La labor del obispo se ha centrado en la preparación de agentes para la evangelización

A mi modesto entender, y desde el conocimiento que tengo de la persona y de su obra, Rafael Zornoza ha dirigido su acción en varias direcciones, que conviene comentar aquí brevemente. La primera, su preocupación por la evangelización, tarea que, a nadie se le escapa, es primordial en la Iglesia universal y diocesana. ¿Para qué si no servirían estas? A este respecto, la labor del obispo y de su equipo se ha centrado en la preparación de agentes con la formación necesaria para procurarla. El Instituto Diocesano de Teología para Laicos, con sedes en Cádiz, San Fernando, Chiclana, Algeciras, La Línea y Ceuta, tiene desde hace cuatro años ese cometido. Adscrito a él, funciona igualmente desde hace dos años la Escuela Diocesana de Arte Sacro, cumpliendo asimismo funciones formativas para la evangelización a través del Arte y para los guías de monumentos eclesiásticos que lo explican a los visitantes.

Pero, sobre todo, la Diócesis está siendo un terreno privilegiado para el desarrollo de varias experiencias evangelizadoras, que van ya rindiendo buenos frutos en otras diócesis españolas y extranjeras. Nos referimos a las Escuelas de Discipulado y de Evangelizadores, los programas Alpha (dirigidos, sobre todo, aunque no exclusivamente, a los alejados de la Iglesia y a personas recién llegadas a la fe católica), los cenáculos (un catecumenado doméstico para grupos reducidos), los Querqus (dirigidos a niños y adolescentes), los oratorios infantiles y, hace apenas unos días, fueron presentados en el colegio de las Esclavas de la capital los retiros de Emaús, con varios testimonios de personas que se han beneficiado con la asistencia a los mismos y el impacto causado en sus vidas. Todo ello compone, en definitiva, un rico y variado programa para todos aquellos, creyentes o no, que deseen acceder a la experiencia y el conocimiento de la fe cristiana y al encuentro con Jesucristo.

En otro orden de cosas, aunque no desvinculado del anterior, de la mano del obispo de Cádiz se han implantado en la provincia varios centros de enseñanza católica pertenecientes a Educatio Servanda, con propuestas educativas muy prácticas y profesionalizadas, desde la fe y el compromiso cristiano.

Otra de las áreas prioritarias de Zornoza son los jóvenes. La iglesia en Occidente es testigo de un progresivo envejecimiento de sus miembros, motivado por las bajas tasas de natalidad, pero también por la crisis de fe que vive nuestro continente. De ahí que un obispo no pueda quedarse con los brazos cruzados ante tan magno problema. Las iniciativas en este sentido son de urgente necesidad.

Gastarse y desgastarse por la salvación de las almas es el lema de su escudo episcopal

Consciente, pues, Zornoza de que la fe debe transmitirse a las generaciones que nos siguen, ha desplegado a tal efecto un amplio programa de actividades para jóvenes, en las que él mismo se implica personalmente. Así, no hay año que no se ofrezca a estos, además de los susodichos Querqus, un amplio abanico de peregrinaciones, campamentos, encuentros a nivel internacional, retiros, etcétera, que tratan de hacerles vivir en comunidad junto a otros chicos y chicas de su misma edad, compartiendo la alegría y la experiencia de la fe.

A pesar de las limitaciones impuestas por el tiempo y el espacio, don Rafael, no para. Su salud comienza a resentirse con sus ir y venir por toda la diócesis para estar junto a los grupos, las comunidades religiosas, las parroquias y los movimientos laicales, frutos algunos del Concilio Vaticano II, que tanto apoya. El lema de su escudo episcopal se cumple plenamente: gastarse y desgastarse por la salvación de las almas.

En definitiva, ante este amplio programa, al que habría que añadir la continuidad y remozamiento de otras áreas (caridad, refugiados, emigración, etcétera) ya impulsadas por sus antecesores en el cargo, suenan a incomprensión e injusticia no pocas críticas, a veces difamatorias, con que se viene despachando en los últimos tiempos una obra oportuna y necesaria para la iglesia diocesana y para la Iglesia universal, incluida en la crítica la propia económica, base generalmente poco apreciada, pero inevitable para desarrollar muchas otras acciones pastorales. Y, en cualquier caso, siempre las quejas deben canalizarse a través del encuentro. Hablando se entiende la gente, con mayor motivo los cristianos. Mal ejemplo se dará a evangelizados, evangelizadores y por evangelizar si no lo logramos.

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