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el prisma

Javier Gómez

De Obama a la Pantoja

LOS analistas se han puesto de acuerdo en las razones del triunfo de Obama. No sólo su reacción ante el huracán Sandy frente a la dejadez de Bush tras el Katrina. El electorado también tuvo muy en cuenta las meteduras de pata de Romney. El candidato millonario se negó a hacer pública su declaración de la renta y sin embargo despreció al 47% de los ciudadanos, los que no pagaban ese impuesto. "Se creen víctimas, creen que el Gobierno tiene que cuidar de ellas", dijo. En el cinturón industrial tampoco sentó nada bien un artículo que publicó en el New York Times en 2008 en el que pedía dejar quebrar a Detroit. Hay pocas cosas que un americano ame más que los coches y odie más que los impuestos, así que Obama también se la jugó cuando rescató con dinero público la industria automovilística. Pero si algo ha pagado caro Romney ha sido la radicalidad del Tea Party y de algunos compañeros. "El cuerpo femenino tiene mecanismos para cerrarse del todo ante una violación legítima", dijo Todd Akin contra el aborto. No le tiraron ningún vademécum a la cabeza, por más ganas que tuviera algún asesor de la campaña. "Los embarazos tras una violación son porque Dios quiere que sucedan", le siguió otro republicano que también se ha quedado fuera del Senado, Richard Mourdock. No le cayó ningún rayo encima. Seguro que Dios se contuvo.

A menudo solemos juzgar lo que ocurre en Estados Unidos desde una atalaya intelectual. Y sin embargo, tenemos tanto que aprender de esa democracia. Criticamos el dinero que mueven las elecciones y los lobbies. Pero no hay mayor derrotado en estas elecciones que ese dinero y que Sheldon Adelson, el magnate de Eurovegas, el que más pasta puso sobre el tapete. Unos 60 millones de dólares aportó para hacer campaña contra Obama. El demócrata se enfrentó a publicidad negativa financiada por entes ajenos al Partido Republicano por 386 millones, aunque hay quien apunta que ésta puede generar el efecto contrario: si esta corporación o tal pseudomafioso no quiere que ganes, yo estoy contigo.

Si allí un error grave acaba con un candidato, en España no se conoce aún la profundidad del pozo moral, ético o intelectual en el que un político debe caer para que le pase factura en las urnas. Debe llevar el país a la ruina, como Zapatero, y luego hasta el infinito y más allá, como parece pretender Rajoy. Por una vez, eso no es culpa de los políticos. Para que la democracia funcione, el ciudadano tiene la obligación de estar informado y no entregar su alma a un partido como si fuera su equipo de fútbol. En Marbella, Jesús Gil ganó varias elecciones a pesar de que la prensa llevaba años publicando sus desmanes. Incluso tras pasar por la cárcel venció. Y luego lo hizo Julián Muñoz, tan popular como Gil gracias a su noviazgo con Isabel Pantoja. Esta semana, el llanto de la tonadillera al perderse el nacimiento de su nieto por estar siendo juzgada por blanqueo ha competido en horas de televisión con la victoria de Obama. Seguro que sus lágrimas sí las ha visto toda España.

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