Yo te digo mi verdad

OTAN, qué remedio

Si nos paramos a mirar la Tierra, sin posibilidad de bajarnos de ella, temblaremos por el aumento de la conflictividad

Hace muchos, muchos años y en un mundo que más bien parece una galaxia muy lejana, casi una mayoría de este país estaba en contra de la OTAN. A punto estuvimos de ganar el referéndum que Felipe González sacó adelante con su sola capacidad de liderazgo y la sobredosis de realismo que inoculó a los españoles. A partir de entonces comprendimos con la cabeza baja que la neutralidad no nos estaba permitida o, lo que es lo mismo, que no nos la podíamos permitir.

Desde ese momento, y cada vez con menos convicción y determinación, sólo la izquierda de la izquierda ha seguido enarbolando el 'OTAN, no' y su añadido desiderata de 'Bases fuera', que todos suscribimos cuando soñamos con otro mundo en el que poner la otra mejilla da resultados milagrosos. No a la guerra, por supuesto, porque fundamentalmente es un negocio macabro que utiliza como moneda de cambio cuerpos humanos jóvenes, pero que digan a los ucranianos bombardeados que se crucen de brazos, o a los palestinos expulsados continuamente de sus casas que saquen pancartas.

Aceptamos como inevitable que la Alianza Atlántica crezca tras contemplar las agresiones de Putin, pero si nos paramos a mirar la Tierra, sin posibilidad de bajarnos de ella, temblaremos por el aumento incesante de la conflictividad mundial. Terminamos admirando a líderes resistentes como héroes y mirando con recelo a quienes hablan de paz y diálogo. Tal vez en este momento la gente terminaría haciendo memes ridiculizantes de santos como Gandhi; y el mismo Cristo, más que dar la batalla hasta la cruz, se retiraría desalentado, no sacrificado sino resignado dimisionario, ante la vieja pero pujante religión que resumiría todos sus mandamientos en uno: "Mataos los unos a los otros".

Miramos como un triunfo el crecimiento de la OTAN cuando en realidad no es más que la flagrante constatación de un fracaso, uno más en la incontable lista, de utópicos intentos por construir un mundo habitable. Lo malo no es eso, habrá que seguir intentándolo con la nobleza obstinada de nuestro padre Sísifo, lo peor es que nos asalta y conquista la duda de que no tenemos remedio. Así que OTAN, sí, claro, mas con todos los peros que nuestro espíritu de concordia sepa oponer, vigilantes, a esa máquina inmensa de destrucción. Que no conviene estar seguros de que somos y seremos siempre los buenos.

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