EL DNI, la cuenta corriente, el pin del teléfono y el de la tarjeta de crédito, el autobús que lleva al trabajo, el tiquet de la compra, la habitación del hospital, la matrícula del coche, el resultado del partido de fútbol o de baloncesto, los asistentes a una manifestación, los nombres de los reyes y los papas, el récord de los cien metros lisos, el sueldo, los grados de temperatura, el peso, las carreteras, el tiempo que dura una vida… Todo, absolutamente todo, depende de los números, desde que nacemos hasta que nos marchamos. De hecho, somos nombres asociados a números.

El jerezano José Manuel Caballero Bonald escribió la novela Toda la noche oyeron pasar pájaros y hoy se podría decir que los españoles estaremos toda la mañana oyendo pasar números. Si la fortuna y el azar quieren, uno de ellos se posará sobre nosotros y, si nosotros queremos, ese número nos cambiará la vida. El repetido soniquete de los niños (y niñas) de San Ildefonso cantando números y más números es el tiempo que dura la ilusión de los que juegan, pero además es una tradición que pone música a lo que representa la vida: una sucesión de cifras que no siempre cuadran. Porque no debemos olvidar nunca que, queramos o no, jugamos a la lotería todos los días.

Si en el momento de leer este artículo aún no ha empezado el sorteo de la Lotería de Navidad, suerte, tanto si ha jugado como si no. Si ya ha empezado y juega algún número, disfrute del sueño, que dura poco. Si ya ha terminado y no le ha tocado nada, piense que hoy, para usted y muchos millones de personas más, es el Día Mundial de la Salud. Y si le ha tocado y está leyendo esto, es para hacerle un monumento. Enhorabuena y ya sabe donde me tiene para lo que haga falta.

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