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Nuevos códigos para un nuevo tiempo

Mientras que la imagen de Cádiz se desgastaba, los trabajadores del metal de Sevilla sellaban el convenio sin encender un cerillo

M IENTRAS que la imagen de Cádiz rodaba por los suelos en las noticias, los trabajadores del metal de Sevilla sellaban su convenio sin encender un cerillo. El resto irá detrás porque el trabajo sucio está hecho. Es pronto para conocer las claves, pero alguien debería explicar si el conflicto ha merecido la pena para aceptar lo que había al segundo día, medio punto más que en otras provincias, junto a algunas variables. ¿Y a qué precio? Ni la patronal ha de exhibir una posición tan cerrada y plantearse eliminar dos pagas, a priori, ni se puede quemar todo lo que arda. Tal vez a la Bahía le interesaría en adelante que las llamas se originaran en otros territorios, a cambio de recoger los frutos sin mancharnos. La raíz del problema de Cádiz no es un convenio, es un abandono crónico por parte de las instituciones, sin que la colectividad se sacuda su conformismo y nos pongamos manos a la obra. Por más estallidos que surjan, la brecha social y económica seguirá ahí cuando se apague el fuego. Y como bien sabemos desde la fallida reconversión de astilleros, los jóvenes se marcharán hasta que no hallemos una solución a los problemas, sostenida en el tiempo y de la mano de todos.

El sentido de la medida se ha perdido de tal forma estos días, que muchos se preguntaban por qué la misma sociedad que se encogió de hombros cuando Airbus cerró en Puerto Real, le ha concedido al metal barra libre -y a los antisistema infiltrados- para bloquear la Bahía. Ya le gustaría a los funcionarios. Y resulta curioso que los mismos sindicalistas que deslizaron la idea de que sus federaciones firmaron a sus espaldas el cerrojazo en Puerto Real -lo que les tendría que invitar a dimitir- alimentaron el fuego del metal con su toda rabia. Que esta huelga canalizó la ira tras el cierre de tantas empresas es seguro. Y como al primer día se colaron dos minutos en el Telediario con el fuego, al segundo doblaron las barricadas y así hasta que no se habló de otra cosa. Muchos gaditanos empatizaron con su causa como si del cierre de otra fábrica se tratara, porque llueve sobre mojado y vieron en ellos a un colectivo capaz de echarle un pulso a quien sea, sin doblarse, al contrario de lo que suele ocurrir en una Cádiz acostumbrada a perder.

Y para terminar el cuadro y por si fuera poco con la arenga de Kichi, la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, desautorizó a 'su' Policía. Y hasta la ministra de Industria medió para encauzar un convenio sectorial de una sola provincia. A la vez se dedicó una calle al Proletariado del metal. Y desde el Cádiz CF a la peña de los Ostiones Caleteros, pasando por el Obispado, no pocos alentaron a los manifestantes, contando con los coristas de la farándula que viven de la farfolla huyendo de las trincheras porque jamás agacharon el lomo. Basta decir que del conflicto llegó a hablarnos TVE recabando la opinión de un humorista sevillano. No llamó al alcalde, al empresario, al sindicalista, ni a la delegación de Empleo. Nuevos códigos para un nuevo tiempo. Descanse en paz el diálogo social.

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