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Rafael Padilla

Nucleares, ¿por qué no?

CUANDO un pueblo ha de enfrentarse a problemas cruciales la postura menos inteligente es aquella que da por válidos antiguos prejuicios y limita las soluciones, negando la probable utilidad de alternativas tradicional e irrazonadamente estigmatizadas. El debate sobre la energía nuclear es un buen ejemplo de lo dicho. Sufrimos en España un gravísimo déficit energético, complicado además por el hecho mismo de que nuestras principales fuentes de suministro son inasumibles desde la perspectiva medioambiental. No podemos seguir manteniendo, por otra parte, nuestra fuerte dependencia de materias primas en constante encarecimiento como el gas y el petróleo. La apuesta por las energías renovables (eólica, solar, biomasa), aun siendo necesaria, está mostrándose claramente insuficiente en la medida en que no aporta, ni de lejos, la requerida garantía de potencia.

Nuestro Gobierno, sin embargo, continúa empeñado en obviar la opción nuclear, dando por buena una vulnerabilidad que ya resulta crítica a cambio de ahorrarse el obstáculo -mínimo en relación con lo que está en juego- del reproche ecologista y de la impopularidad. Y miren que no faltan, incluso desde posiciones afines, voces que solicitan una vuelta al sentido común. González, Solana, Almunia, Fidalgo, UGT, han venido reclamando que abordemos la cuestión de la energía en España sin complejos, con la mente fría y abierta, sin apriorismos ni adhesiones inquebrantables a lemas hoy tan nocivos como aquel Nuclear no, gracias que se convirtió en dogma de toda una generación.

Hay, a mayor abundamiento, datos que no pueden soslayarse. Francia produce el 80 por ciento de su electricidad con energía nuclear. Estados Unidos, el 20 por ciento. No hay prácticamente ningún estado que no esté reconsiderando su criterio en este asunto. En la medida en que se sostenga que el desastre climático es real y vendrá causado por el dióxido de carbono generado por el hombre, no puede desconocerse que son las centrales eléctricas, al quemar combustibles fósiles, las responsables de emitir cantidades masivas de CO2. Frente a ellas, las centrales nucleares son ecológicas porque la fisión nuclear no produce ninguna emisión atmosférica: no hay CO2, no hay humo, no hay nada.

Algunos proclaman que la energía atómica es fiable, barata y segura. Yo no me atrevo a tanto. Aún me tienen que convencer de que amenazas como la del almacenamiento de residuos están controladas de un modo razonable. Pero sin duda supone una posibilidad a valorar en circunstancias tan difíciles como las nuestras. Una decisión que los grandes partidos tendrán que discutir y consensuar cuanto antes si no quieren acabar arriesgando nuestro bienestar, nuestra economía y hasta nuestra propia supervivencia.

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