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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Novios de la muerte

La Legión cumple cien años y nosotros levantamos nuestro vaso de leche de pantera para desearle otros cien más

Vaya por delante, cual alegre escuadra de gastadores, nuestra felicitación a los hombres y mujeres que pertenecen o han pertenecido a la Legión, que ayer cumplió cien años. El Tercio ha sabido evolucionar junto a la sociedad española para convertirse en una de las unidades europeas más eficaces de la actualidad. Pero, sobre todo, lo ha hecho sabiendo conservar un viejo esprit de corps que le da una personalidad inconfundible, entre lo caballeresco y lo tabernario, lo prusiano y lo africano, lo dandi y lo macarra. La unidad altamente profesionalizada que ha actuado o actúa con eficacia en el Sahara, Bosnia, Iraq, Afganistán o Malí es la misma que luego sale a desfilar como un vibrante y colorido circo zíngaro, con sus cabras y sus monos, haciendo virguerías acrobáticas con sus fusiles y exhibiendo sus pecholatas a 160 pasos por minuto. La Legión es también el único cuerpo que ha hecho de un cuplé su himno. El novio de la muerte, desde que fue interpretado por primera vez por Lola Montes en el Teatro Vital de Málaga, es la más hermosa tonada de amor y guerra que nunca cantó la soldadesca. "Por ir a tu lado a verte/ mi más leal compañera/ me hice novio de la muerte/ la estreché con lazo fuerte/ y su amor fue mi bandera". Pocos poetastros igualan estos versos.

No somos de los que profesamos un militarismo de garrafa. La historia ha dado suficientes pruebas de que todo intento de injertar en la política y la sociedad civil los códigos castrenses acaba en tiranía. Eso lo han sabido siempre los británicos, una sociedad que ama a sus regimientos, y les ha ido de maravilla. Pero es cierto que hay algunas cosas en el espíritu legionario que son de utilidad para la vida y la política. Una de ellas es su gran capacidad de redención e integración. Ya lo dice otro de sus himnos: "Cada uno será lo que quiera/ nada importa su vida anterior/ pero juntos formamos bandera...". El mayor patrimonio que atesora el Tercio son las biografías de esos mártires de la malaventura que se alistaron en sus banderines de enganche; miles de parias, delincuentes, apátridas, extranjeros y desengañados que encontraron en sus encalados cuarteles un hogar y, sobre todo, una dignidad. Podríamos hablar también de su coqueteo con el concepto de la muerte, aprendido del bushido japonés, pero que entronca con algunas enseñanzas de clásicos y barrocos, algo incomprensible para esta sociedad asustada que siempre intenta esconder la parca.

La Legión cumple cien años y nosotros levantamos nuestro vaso de leche de pantera para desearle otros cien más.

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