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Noticia bomba

Aunque el Gobierno revierta los efectos económicos de su gestión de las bombas,el daño moral es irreversible

Me da cierto pudor venir aquí, tras haber criticado tanto el tancredismo de Rajoy, a lamentar amargamente el hiperactivismo de Sánchez. Confío, sin embargo, en la inteligencia de mis lectores. Ustedes sabrán salirse de la aparente contradicción por la puerta del justo medio y la prudencia política, que fue lo que por carta de menos faltó a uno y por muchísimas cartas de más falta a otro. El caso de las bombas láser de Arabia Saudí es explosivo.

La historia es sabida y más en Cádiz. La ministra Robles anunció que cancelaría la venta a Arabia de 400 bombas por razones humanitarias y temor a que se usasen contra la población civil de Yemen. Eso puso, cual bomba de racimo, en inmediato peligro de muerte el vital contrato de las corbetas de Navantia y la también millonaria construcción del AVE a la Meca. El Gobierno se ha apresurado a desdecirse, como suele. Con todo, ha producido sus daños colaterales: un gran desprestigio diplomático de España, como país caprichoso y tarambana, y un desprestigio interior del Gobierno de España que va a pasar a la historia como el más contradictorio e inseguro. Ya veremos si causa o no un daño económico y laboral.

Lo que no se dice es el daño moral que ha provocado irremediablemente a Sánchez. Hasta ahora, casi nadie sabía de la existencia de esas bombas vendidas a Arabia Saudí. Hoy todos somos conscientes de que existen, de que se venden, de que el Gobierno de España sospecha que se van a utilizar contra la población civil y de que, por intereses puramente comerciales, va a mirar para otro lado. Hasta la intervención de Robles, cabía la ignorancia y -algo todavía más importante- podíamos apelar a la confianza de que los saudíes se atuviesen a la letra del contrato, que les exige que no se usen las bombas contra la población civil. El Gobierno, con su mete y saca, ha dejado claro que no tiene ninguna confianza en que se cumpla esa cláusula. La venta se carga, pues, de una explosiva dinamita sobrevenida, sin que se pueda alegar ya ni ignorancia ni buena fe contractual.

Pase lo que pase, el estropicio está hecho. Porque, incluso si el Gobierno de Pedro Sánchez consigue salvar el contrato de Navantia, hacer olvidar su enésima rectificación y disipar las reticencias saudíes, ya nadie le quitará la mancha moral de la venta de las bombas, que él mismo se ha echado sobre su solapa por querer ponerse a toda prisa una rosa ética en el ojal.

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