TENÍA que llegar y ha llegado. Uno de diciembre, veinte grados, Jingle Bells Rock sonando en el Carrefour. Nífico. Mientras, muchos kilómetros al oeste, Newt Gringrich -candidato republicano a la presidencia estadounidense- consideraba, preocupado, que le faltaban algunas casillas por rellenar en la cartilla conservadora y que, bueno, que qué mejor que ganar unos puntos con una de las boutades al uso. "Mi apoyo a la causa del anticalentamiento global -afirmaba ayer, campechana, la criatura-, ha sido la mayor tontería que he cometido jamás". Pues nada. Cuerno con los negacionistas. Languideceré observando las crujientes estampas invernales de los pintores flamencos, las fotos de Scott y los documentales polares de Attenborough como el replicante que rememora, a punto de espicharla, cómo brillaban los rayos C en la Puerta de Tannhäuser. Pues todo eso se perderá -y de los replicantes, ni hablamos-, como nieve en el ferragosto.
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