desde preferencia

José Joaquín León

Nadie asume su responsabilidad

EL principal problema del Cádiz es que nadie asume su responsabilidad. Esto se aprecia en los directivos, los entrenadores y los futbolistas. Siempre le echan la culpa a otro, al árbitro, o a lo que sea. Se aprecia, para empezar, en la polémica entre Antonio Muñoz, Quique Pina y el Ayuntamiento. La mala gestión del club ha sido una evidencia. No se sabía si mandaba Quique Pina, su padre, Muñoz en la sombra, el vicepresidente de aquí, uno de los Cordero, Moar a veces, los administradores concursales, o un fantasma que se aparecía por Fondo Norte. En realidad, no mandaba nadie, y así nos ha ido.

Se ha recordado mucho a Irigoyen estos días. Yo me atrevo a decir que con el irigoyenismo a estas horas estaríamos en Segunda A. Primero, porque no se hubieran cachondeado del club, mandando a Lugo al árbitro más casero. Y segundo, porque el Cádiz hubiera subido sin necesidad de tandas de penaltis. Un presidente como Irigoyen hubiera exigido, antes de empezar la fase final, que se aplicara la misma normativa que en los ascensos a Primera. Esto es que, en caso de empate en la eliminatoria, venciera el mejor clasificado de la Liga sin lanzar penaltis. Si el Valladolid y el Alcorcón hubieran empatado su eliminatoria de ascenso a Primera hubiera subido el Valladolid, sin penaltis, porque quedó tercero y el Alcorcón cuarto. No se entiende, excepto porque nos la meten siempre así, que el Cádiz empate con el Albacete (peor clasificado) y con el Lugo (peor clasificado) y se lancen penaltis. Y no digan que eran grupos diferentes. Para eso está el irigoyenismo, para pedir lo que conviene.

Al entrenador no se le ha oído que se estaba equivocando. De los seis partidos de ascenso jugó cinco con Cases como titular y no ganó ninguno de esos. Sólo lo consiguió cuando lo tuvo en el banquillo, y cuando lo sacó ya no se marcaron más goles. ¿Casualidad? ¡Vamos, anda! Se equivocó en algunas alineaciones y en planteamientos. Siempre no, por supuesto, pero varias veces sí. Y perder por 8-1 la eliminatoria de los campeones es algo nunca visto, un bastinazo, de Libro Guinness. De los seis partidos de fase de ascenso sólo ganó uno (el que no jugó Cases de titular). Ascender sin ganar era milagroso.

El preparador físico tampoco ha asumido lo suyo. En el partido decisivo, los jugadores estaban fundidos en el minuto 70. ¿Habían corrido? Cierto, todo lo que no corrieron en la Liga, cuando jugaban andando y correteando. Pero ese día había que correr, y si no estás bien preparado te arrastras en la prórroga. Ahí le doy la razón a Jose. Los futbolistas pidieron los cambios y se vio desde Preferencia. Lo malo no es que lo pidieran tres, sino que había por lo menos seis que no podían con su alma.

También tiene castaña que Óscar Pérez, tras fallar un penalti en el minuto 46 del primer tiempo, diga que no se ascendió por culpa del árbitro. ¿Y por culpa suya qué? Pues si marca ese penalti el Cádiz hubiera ganado por 4-1. Eso sin remontarnos al paseo imperial ante el Castilla, donde sólo les faltó pedir autógrafos a Joselu y Morata como si fueran Cristiano Ronaldo.

En la vida hay que aprender de nuestras equivocaciones. Pero aquí somos muy listos y repetimos las torpezas, una tras otra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios