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la esquina

José Aguilar

Nacionalistas en su sitio

PSOE y Gobierno, que ahora ya no son lo mismo, están haciendo ímprobos esfuerzos para que Convergència i Unió se abstenga, al menos, en el pleno del Congreso que hoy dará luz verde a la reforma constitucional más rápida que vieron los tiempos, pactada por socialistas y populares para limitar el déficit público.

¿Lograrán ablandar a los nacionalistas catalanes? Esperemos que no, en línea con lo que exclamó la famosa gitana a la que le preguntaron si sabía hablar inglés: "¡Ni lo permita Dios!". Porque si los convencen será a costa de satisfacer sus exigencias particularistas, como ha ocurrido con reiteración y alevosía cada vez que un gobierno español en minoría ha precisado de sus votos para garantizarse la continuidad en el poder.

Lo único bueno de la iniciativa reformadora de Zapatero -todo lo demás resulta bastante discutible- es precisamente que ha puesto en su sitio a los nacionalismos ricos, como el catalán y el vasco, privándoles, gracias al pacto PSOE-PP, de la capacidad de presión, y aun de chantaje, en la gobernación de España. El consenso de los dos grandes partidos nacionales sobre el cambio constitucional en marcha ha convertido en irrelevantes, en la práctica, los escaños de CiU y PNV, y uno se pregunta si le habría ido mejor al país en su conjunto de haberse consensuado otros grandes asuntos de interés nacional. Seguro que sí. Aunque para evidenciarlo Zapatero y Rubalcaba, más el primero que el segundo, hayan tenido que asumir como propio un dogma de fe de la ideología neoliberal y hacérnoslo tragar como un purgante veraniego.

Vean, si no, el tenor de las enmiendas que las minorías más influyentes han presentado a la proposición socialpopular de reforma de la Constitución. Convergència, en concreto, pretende que sean las propias comunidades autónomas las que fijen los límites de su déficit y los parlamentos autonómicos los que autoricen la emisión de deuda, sin olvidar la auténtica madre del cordero de sus reivindicaciones: implantar un tope a la solidaridad de Cataluña con el Estado. El Partido Nacionalista Vasco tampoco se anda con chiquitas y pone como requisito para sumarse al consenso constitucional -que le es ajeno, porque no votaron la Constitución de 1978- el reconocimiento del derecho a la autodeterminación. Vamos, aprovechar el momento reforma para resucitar el desvencijado Plan Ibarretxe. Izquierda Unida, por su parte, plantea el dilema Monarquía-República. Ya puestos...

Creo, en todo caso, que la alianza PSOE-PP que tan mal ha sentado a los nacionalistas estaría más legitimada si hubieran evitado la precipitación y propiciado un debate en profundidad, con referéndum el mismo día de las elecciones generales, el dichoso 20-N.

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