Música en en la playa

Cádiz se está muriendo de aburrimiento. Las noches del Paseo Marítimo en verano son muy malas

Esa ciudad llamada Cádiz tiene en sus entrañas el espíritu de la contradicción. Donde hay un gaditano (o una gaditana), en realidad hay dos. Igual que existe el lado claro y el lado oscuro. El mismo Kichi, cuyo segundo apellido es Santos, le puede decir sí o no a un santo, depende. Y lo mismo ha pasado con la hostelería. Es una industria potente. Recuerden que antes sólo se hablaba de los astilleros, que hoy toca manifestación, que la Bahía se muere, ¡ay! Pero ahora se diría que en Cádiz sólo viven camareros. Antonio de María se mete en todos los fregados, a veces sin comerlo ni beberlo, a veces sin manchar un plato. De modo que aquí no se mueve nada sin preguntar si es bueno, o es malo para la hostelería. Martín Vila es el único que no se entera, y le ha dado por suprimir veladores, y Fran González lo llama Pancho.

Cádiz siempre se está muriendo. He escrito que lleva tres mil años muriéndose. También escribí recientemente que el citado Fran es como los gatos políticos, que tienen siete vidas. Pues Cádiz, más: tiene por lo menos siete mil vidas. Está muriéndose varias veces todos los años, y no hay quien la remate. Gracias a Dios, la pobre mía.

Ahora se está muriendo de aburrimiento. Las noches del Paseo Marítimo en verano son muy malas. No vemos jóvenes. Se han ido todos a Conil, a Chiclana, a Los Caños, a otros sitios con mejor ambiente de discotecas, de ligoteo, de canuteo, de ponerse ciegos casi todos menos el que conduce. Y aquí nada más que se quedan los viejos en las heladerías. No se sabe por qué asocian las heladerías con los viejos, cuando antes parecía cosa de niños, pero ese es otro asunto. Lo cierto es que no se ven jóvenes como los de antes, cuando se ligaba en las Olitas (que tampoco existen), o en las oscuridades, que se las cargó Teófila, con tanta luz.

Así que los hosteleros querían una programación musical que atrajera a la juventud a los pubs, chiringuitos y demás que todavía resisten. Cádiz musical para dar el cante nocturno. Pero, al día siguiente, faltaría más, salieron los vecinos de Muñoz Arenillas para decir que ni locos. Yo he vivido allí, y con el coche tardaba media hora en sortear el botellón desde la glorieta hasta el aparcamiento, sin atropellar a nadie, tentación que a veces existía. Soy consciente de que el jaleíto hasta altas horas es incompatible con el descanso nocturno.

Pero también hay que decir que todos los vecinos no son la bella durmiente del bosque. Tampoco pasa nada por autorizar unos espectáculos. Los Rolling Stones seguro que no vienen. No hay que ser tan sosos.

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