Los catetos tenemos la ventaja de que somos fáciles de impresionar por nuestra falta de nivel. Así que abrimos la boca en posición de admiración en numerosas ocasiones. Ya no nos ponemos las manos atrás, porque los catetos también evolucionamos pero, aún sin boina, seguimos emocionándonos como niños chicos ante cualquier cosa.

A mí me gustan las exposiciones de cosas que no sean demasiado cultas y reconozco que una en la que más he disfrutado fue la que hacen en Chiclana con los clicks de Famobil, esos muñequitos que usan los niños para montarse sus aventuras de después de la merienda... si los dejan los deberes. Cuando vi los castillos, los circos, las ciudades, las guerras entre barcos romanos y egipcios, disfrute más que Fátima Báñez delante de una Virgen.

Muchas veces pienso que Cádiz tiene grandes edificios vacíos que no estamos utilizando para nada o para casi nada. Me refiero, por ejemplo, a los antiguos almacenes de tabacos que hay en la avenida Juan Carlos I, al solar de la antigua Navalips o al edificio de la antigua estación de trenes, que sigue sin usos aunque parece que hay proyecto para ella. Otros sitios con uso están también vacíos en muchas ocasiones.

A veces pienso que estos edificios podrían albergar exposiciones de este tipo, cosas sin gran trascendencia cultural, pero que hacen pasar un buen rato a la gente. Podrían instalarse exposiciones de estos muñecos de Play Mobil, los belenes, maquetas de barcos o de trenes, a las que hay tantos aficionados o juguetes antiguos. Podríamos inventar en Cádiz, por decirlo de alguna manera, el museo de la diversión.

Este tipo de exposiciones o incluso museos un poco estrambóticos podrían tener su tirón no sólo para los turistas que vienen a la ciudad sino para todas esas riadas de público que los fines de semana se mueven para comer en cualquier sitio y ya de camino visita la ciudad. A veces nos complicamos demasiado la vida buscando grandes cosas para poner en un sitio sin usos y, en ocasiones, considero que la solución está más cerca de lo que parece a lo mejor en museos, en exposiciones no tan académicas, pero si muy divertidas.

Hay comunidades de personas dedicadas a estas aficiones que lo precisan es un local donde poder llevarlas a cabo y seguro que disfrutarían enseñando a los demás lo que hacen. No creo que sean cosas tampoco caras de mantenimiento y aunque fuera de esta forma le podríamos dar uso a espacios que actualmente tenemos vacíos. A lo mejor descubrimos así, casi sin darnos cuenta, un atractivo para la ciudad.

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