Yo te digo mi verdad

Mujeres culpables

No se entiende ese afán de señalar a las movilizaciones del 8-M como gran factor de riesgo para la transmisión del Covid-19

Deben de ser muchos los que todavía creen aquello de que la mujer es la inductora del pecado original y, por lo tanto, los que ven en ella la causante del destierro de aquel paraíso en el que vivíamos tan felices y de la condena a vivir en este mundo tan imperfecto. Algún día alguien recopilará el daño que algunas cosas de la Biblia (que tiene otros pasajes ciertamente bellísimos) han hecho a la Humanidad.

Parece que aquella idea culpabilizadora persiste, y no sólo en los hombres. Si no, no se entiende ese afán de señalar permanentemente a las movilizaciones del 8-M como gran factor de riesgo para la transmisión del Covid-19, como un factor de riesgo por encima de los otros muchos y numerosos que existen. En un país abierto generalizadamente a la comprensión de las peticiones de los hosteleros y comerciantes y a sus numerosas manifestaciones en petición de ayuda o de ampliación de horarios; en una sociedad que mayoritariamente se lanzó a invadir las superficies comerciales y a apiñarse en ellas por una incomprensible ansia de 'salvar la Navidad'; en unas políticas que impulsaron todo esto en aras de la economía… se diría que las peticiones de las feministas pueden esperar o que, en cualquier caso, no son tan urgentes ni esenciales como las rebajas de enero, ni tan democráticas como las reuniones de falangistas que estigmatizan a judíos. Así que a ellas, las contagiosas, hay que prohibirles que se manifiesten mientras que a los negacionistas se les reconoce su derecho a la protesta.

Evidentemente, lo más prudente ahora es no promover ni celebrar concentraciones peligrosas en la calle, de ningún tipo, pero hay un evidente sesgo anatemizador y lamentablemente machista (también derechista, es evidente) en el constante escándalo, en la permanente acusación a solo una parte. Ya ocurrió el año pasado, cuando tantos dijeron que las concentraciones del 8-M habían sido un gran foco de contagio, obviando lo ya repetido: que ese día hubo millones de reuniones familiares, decenas de miles de misas, miles de partidos de fútbol, obras de teatro y espectáculos, en un país que vivía en la más completa normalidad.

No debería haber manifestaciones feministas en estos tiempos, porque previsiblemente agruparían a demasiada gente, pero sería deseable que la misma condena de algunos por su celebración surgiera en todos los casos. O no será creíble.

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