Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Ala muerte la han catetizado con tanto ataúd barnizado en color caca de mono, tanta flor canaria más muerta que el muerto, tanta urna funeraria que da grima, tanto crematorio con su desalentadora señal de humo, tanto trajín de ceniza como si, a pesar de su liviandad, no se cargara con un muerto. Ya no se puede decir aquello de Bécquer de "Qué solos se quedan los muertos", qué más quisieran ellos. La pera es llamar al muerto finado, todo un crimen porque es volver a matar violentamente a un muerto con una palabra tan cursi.

Hay quien se pone muy poético cuando se muere y es lo peor que puede hacer. La única salida que le queda a un muerto es quitarse de en medio y para eso se inventaron los cementerios, para poder disfrutar sin incordios de la luz perpetua y el descanso eterno.

Yo quiero desde luego alimentar la tierra cuando me muera, sin dar la lata. Que me entierren de la manera más fácil y discreta, la que resulte menos costosa. Nada de incinerarme, nada de discursos ni de mandas, ni de tonterías miles, que he visto que la gente se pone muy ocurrente en eso de mandar a los demás después de muertos. La cristiana sepultura de toda la vida de Dios es la que yo quiero.

Pero, curiosamente, ahora que la Iglesia por fin ha puesto coto a eso de esparcir cenizas a diestro y siniestro, van los muertos y se rebelan. Al menos los cadáveres políticos. Rajoy salvó su alma cuando todo auguraba su perdición y Sánchez perdió la suya y anda como un zombi en busca de cariño. Iglesias aún no se ha visto solo en el mar proceloso, que es cuando dicen que se produce la verdadera conversión a la fe. A Rufián le inventan rabo y cuernos de demonio pero solo es un falso profeta que acaba de comerse un cocido con mucha grasa. Predica desde el rencor de sus malas digestiones, desde la severidad de unos principios rancios que le hacen bajar su mirada retadora y ralentizar el discurso zafio. "El milenarismo va a llegar" de Arrabal pero sin gracia y vestido de negro casposo. Es la imagen del español, aunque le moleste la españolidad, del castizo mal encarado que nunca hizo nada y todo le parece mal.

El Partido Popular está viviendo un purgatorio judicial y el PSOE ha recurrido a flagelarse en busca de purificación. Sánchez le recita a Iglesias los versos de Garcilaso, Mientras por competir con tu cabello… antes de convertirse en tierra, en humo, en polvo, en nada. Menudo jalogüin tienen en el Congreso.

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