TRAS saludar al taxista, le dije: "A la Plaza de San Antonio, por favor". Y empecé a pensar en mis cosas. Imposible. Me sentí, de repente, arrebatado por la maravillosa música de la radio del coche. Acabada la pieza musical, una voz dijo el nombre del compositor: ¡era Mozart! Al bajarme del coche me sentía mejor que al entrar en él. En medio un día bastante ocupado, ese viaje me proporcionó sosiego y paz interior.

Necesitamos poner en nuestras vidas momentos de silencio, de interioridad, de aislamiento de los ruidos internos y externos que nos asedian. Frente a la cultura del auricular, educar en la escucha de uno mismo es uno de nuestros principales desafíos.

Pensé en el poema de José María Valverde: "Oración por nosotros los poetas". Uno de sus versos dice: "En nosotros descansa la prisa de los hombres". Necesitamos ese silencio, esa pausa, ese descanso, para poder ser nosotros mismos y poder hacer frente a la vida y sus retos. San Francisco rezaría hoy: "Señor, que donde haya bulla, ponga yo sosiego; donde enfrentamiento, diálogo".

Se acaba de firmar el Convenio Provincial de la Construcción que afecta a 34.000 trabajadores y muchas empresas. En momentos de tanta confusión y dudas, esa firma es una magnífica noticia. Significa que sindicatos y empresarios han sido capaces de escucharse, de encontrarse, de entenderse, de comprometerse a traer tranquilidad a ese importante sector laboral, y poder, de ese modo, hacer frente a la crisis en mejores condiciones: "Que donde pudo haber bronca, pongamos Convenio".

Pudiera parecer que Mozart, el taxi y el Convenio, no tuvieran nada que ver. Pero sí que están relacionados. Y mucho. Nos están diciendo que si nos paramos un poco y somos capaces de encontrarnos con nosotros mismos y de darnos cuenta de la que está cayendo, nos podremos encontrar también con los demás y, juntos, abordaremos mejor nuestros problemas. ¡Gracias, Sr. taxista! ¡Gracias, firmantes del Convenio! ¡Y que cunda el ejemplo!".