Cuchillo sin filo

francisco Correal

Morales

SECUESTRADO por el imperialismo. ¿Qué sería de esta monotonía que nos circunda sin ocurrencias como la del presidente Evo Morales? Secuestrado cuando el avión en el que volaba desde Moscú a La Paz, trayecto con resabios de guerra fría, fue obligado a aterrizar en el aeropuerto de Viena. Efectivamente, los supuestos imperialistas que lo tomaron como rehén en el aire lo llevaron a una ciudad que en tiempos fue capital de un imperio. Y no por el poderío de su ejército o la fortuna de su adinerada nobleza; no por su vastísimo territorio en tiempos de los Habsburgo, sino por el enorme prestigio de su cultura. Viena imperial, que no imperialista. "En ningún otro lugar era más fácil ser europeo", escribe el vienés Stefan Zweig en su libro El mundo de ayer, con el subtítulo de Memorias de un europeo. Prestigio imperial con música de Gluck, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Brahms y Johann Strauss, los siete magníficos de la música que vivieron en Viena.

La ocurrencia de Morales me devuelve la confianza en el sentido del humor del ser humano, aunque habrá quienes se tomen al pie de la letra su pataleta antiimperialista o crean que Muerte en Venecia es una apología del garrote vil. Gracias a Evo Morales programé en la filmoteca de mi memoria una sesión continua en la que ponen una detrás de otra, visite nuestro bar, Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, de Stanley Kubrick, y Qué tía la C.I.A., de Mariano Ozores. Un hermanamiento entre el cine de autor y la bazofia sublimada, el mejor cine malo del mundo que reivindica Juan Marsé con el leninista axioma de que cuanto peor, mejor. En la coctelera de esos dos largometrajes, Peter Sellers y Fernando Esteso le dan la alternativa a Edward Joseph Snowden, el espía que la armó.

Los bolivarianos quieren convertir este sabotaje aéreo en un pulso entre Europa y América mientras que los cancilleres europeos apuntan hacia el Pentágono por las suspicacias del contraespionaje. Lo dice el salmista: "Tened compasión de mí, al menos vosotros mis amigos". América recuperó terreno en Maracaná venciendo a los campeones del mundo. A una España con mayoría blaugrana que la víspera fue vapuleada, Adeu Espanya, por noventa mil cantautores en el Camp Nou. Otro día podría hablarles de lo que opinaba Zweig del nacionalismo, "la peor de todas las pestes que envenena la flor de nuestra cultura europea".

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