El arquitecto Pablo Diáñez publica en la edición de hoy un interesante artículo en este medio sobre el lamentable abandono del Vaporcito de El Puerto. Leerlo me ha hecho pensar que el Adriano III es ya en sí un monumento a la desidia de la clase política, empresarial y hasta a los ciudadanos. El que fue durante décadas emblema de la unidad de la Bahía de Cádiz sigue pudriéndose sin que nadie mueva un dedo. Esto sería impensable en cualquier otro lugar. Tanta historia despreciada. ¿Tanto dinero cuesta adecentarlo y dejarlo reposar en algún lugar destacado de nuestra tierra? ¿Merece de verdad un fin tan amargo? Esto no depende únicamente del Ayuntamiento portuense. Aquí debiera involucrarse también el de Cádiz, donde se hundió al chocar contra la Punta de San Felipe, e incluso la Diputación, cuyo Patronato de Turismo usó su silueta como emblema de El Puerto. Hagan algo.

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