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La esquina

José Aguilar

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Montón contra la igualdad

La ex ministra presume de luchar por la igualdad, pero ha sido privilegiada respecto a sus compañeros de estudios

En algo acertó la ex ministra Carmen Montón: no todos somos iguales. Ella, concretamente, plagió más de la mitad de su trabajo de fin de máster, le cambiaron las notas cuando las actas ya estaban cerradas y sacó el título sin asistir a clase. Su jefe, Pedro Sánchez, ha sacado a la luz su tesis doctoral y demostrado que no la copió de otros. Es una tesis quizás insustancial y de baja calidad, pero como la mayoría de las que salen de la mayoría de las universidades españolas. Calificada con apto cum laude por un tribunal novato y próximo, pero como la mayoría de sus homólogos.

De modo que la maniobra de Albert Rivera de disparar contra Sánchez aprovechando el escándalo de Montón resultó fallida, sin más botín que la nerviosera del presidente en el Congreso y su demora en facilitar el acceso universal a su tesis ("la total integridad textual", que dijo Carmen Calvo, gran revolucionaria de la lengua). Pero Rivera se cobra otra pieza, Pablo Casado, a quien el sainete de esta semana ha terminado poniendo en la diana.

Volviendo a Carmen Montón, todo ha sido negativo en el desarrollo y desenlace de su caso. El hecho en sí de perpetrar un documento académico por el procedimiento del corta y pega, ocultarlo a quien la hizo ministra, pretender seguir siéndolo aun después de haberse descubierto el fraude, la defensa que hizo Sánchez de su continuidad tres o cuatro horas antes de la dimisión inevitable... Peor fue, sin embargo, la tópica apelación a la superioridad moral intrínseca de la izquierda que enarboló Monzón desde el primer momento: no todos somos iguales, aunque hagamos lo mismo o parecido, yo soy honrada y Pablo Casado no.

Y peor aún es lo que ha transmitido el caso Montón: el desprestigio de una universidad que albergó un chiringuito para favorecer la titulitis de personajes públicos relevantes y políticos ansiosos de engordar sus currículos. El pecado de la ex ministra es particularmente grave porque presume de ser una luchadora infatigable por la igualdad y se ha beneficiado ilícitamente de un mecanismo evidente de desigualdad, el que le regaló un máster que a los estudiantes no relevantes, es decir, casi todos, les cuesta esfuerzos y sacrificios. Estudiantes doblemente perjudicados, porque las prácticas de esta señora, de Pablo Casado y de sus benefactores de la Rey Juan Carlos devaluarán durante años sus títulos honradamente conseguidos. Desigualdad.

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