Maracanazo en toda regla es lo que deparó la décima jornada de Liga. Un maracanazo lejos de Maracaná, pero gordo, de esos que nadie espera. Por muy rica que sea la capacidad de sorpresa que tiene el fútbol, que el Real Madrid caiga en Montilivi con armas y bagaje no podía esperarlo nadie. Es más, dicha posibilidad se hacía literalmente imposible tras abrir el marcador Isco después del primer disparo al palo de los catalanes,

Fue un partido apasionante el que se libró en la pradera gerundense. Apasionante, sobre todo, por la confirmación de que la lógica no siempre acude a lista en un partido de fútbol. Un equipo recién ascendido, hecho a retales y que ejerce de anfitrión en un campo de los peores de Segunda División, resulta impensable que pueda ganarle a ese Real Madrid que volvió de Londres con la maleta repleta de premios individuales, que sólo faltó que le diesen uno a Florentino.

El fútbol, en su grandeza, encierra tal capacidad para el golpe de mano que por eso no hay un espectáculo deportivo que comparársele pueda. Todo en la víspera era que si el Madrid no viajaba con su autocar, que a ver cómo era recibido en el corazón del independentismo catalán, pero nadie contemplaba la opción de un batacazo. Asomado al precipicio, bastante tenía el Girona con su problema como para darle alguna posibilidad de triunfar sobre el Realísimo.

Pero ocurrió el temido maracanazo, que es la forma de calificar una sorpresa de tal calibre. Un triunfo merecido que pudo ser más abultado de no aliarse la tropa de Zizou con el maderámen de Montilivi. He ahí la grandeza del fútbol con la repetición del lance en que David pudo con Goliath. A ocho puntos del Barcelona, tampoco es como para dictaminar que la Liga ya tiene dueño. Con casi 90 puntos en juego, cómo se puede ser tan tajante, pero qué grande es el fútbol.