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La tribuna

GINER IGLESIAS. / CEDIS ANDALUCÍA / /

Monarquía o República: la Constitución

A Luis Gómez Llorente, en memoria

SE ha abierto una confrontación, que no un debate, sobre la Monarquía y la República para la España actual. Una confrontación muy típica de la sociedad de hoy: redes sociales, manifestaciones, expresión de programas en 140 caracteres, proclamas en tres líneas, juicios abreviados y esquemáticos sobre todo y sobre todos, etcétera, etcétera. Queremos aportar algo de reflexión, "desde la izquierda y sobre el rojo", como decía don Julio Cortázar.

El 11 de mayo de 1978, con ocasión del debate de la Constitución en el Congreso, el PSOE presentó un voto particular, en defensa de la República como forma de gobierno. Ese voto particular lo defendió Luis Gómez Llorente, compañero ejemplar y socialista solvente. En estos días se está haciendo referencia a ese momento, aunque no siempre con pleno conocimiento de causa y, en algún caso con intenciones de llevar el agua a particulares molinos y de aprovechar los ríos revueltos. El PSOE es un partido básico en la historia reciente de España. Seamos serios, recordemos y extraigamos consecuencias, serenamente.

En aquellos momentos, entre otras cosas, Gómez Llorente, que se limitó a "dar lectura al discurso" que había elaborado el PSOE, afirmó rotundamente que "todo poder es legítimo en tanto que sea expresión de la voluntad popular libremente emitida"; más adelante, recordando que el PSOE no incluyó en su programa máximo el tema de la forma política de Estado, Gómez Llorente dijo que "ese hecho es clara muestra de la importancia que para un socialista normalmente ha de tener ese asunto, o sea, secundaria, y matizada en su intensidad según la circunstancia histórica que atravesemos"; también se dio el gusto de decir que "la forma republicana del Estado es más racional y acorde bajo el principio de los principios democráticos"; y añadió tres cosas más, también importantes e igualmente trasladables al momento actual: el PSOE presentó un voto particular porque se estaba en "la tesitura constituyente"; la decisión sobre la forma de gobierno exige "condiciones de mayoritario consenso"; y, en fin, "si democráticamente se establece la Monarquía, en tanto sea constitucional, nos consideraremos compatibles con ella".

En consecuencia, entonces, en el momento constituyente, el PSOE se abstuvo a la hora de votar el texto referido a la Monarquía en la Constitución. Y, después, en coherencia con lo enunciado, llegó al Gobierno y fue leal con la Constitución y con la Monarquía.

Lo dicho y mantenido en 1978 sigue teniendo vigencia hoy. El PSOE no tiene que cambiar un ápice en sus posiciones. No pasa lo mismo con los comunistas y con otros izquierdistas de diverso tipo, que entonces, representados por el PCE, votaron a favor de la monarquía, sin matices mayores, y que hoy, sin que esté abierto ningún proceso constituyente, quieren aprovechar el reflujo de las elecciones europeas y el estado de crisis económica, social e institucional para allegar adscripciones sentimentales de descontentos genéricos.

¿Es acaso el dilema monarquía-república el problema fundamental con el que tiene que enfrentarse la mayoría de la sociedad española en el tiempo presente? ¿Qué cambios trascedentes se derivarían del advenimiento de la República para los millones de ciudadanos agobiados? ¿Qué supondría ello para el papel de España en el mundo, para la generación de nuevas políticas económicas, para la reducción de la desigualdad social y, también, para la cohesión de los territorios de España?

Como enunció Gómez Llorente en 1978, estamos ante una cuestión de importancia secundaria. Como dirían Marx, Pablo Iglesias, Lenin y, sobre todo, Mao Tse Tung, no se trata de la "contradicción principal" a la que se enfrentan los ciudadanos españoles para mejorar sus vidas. Mao Tse Tung, por ejemplo, y gracias a su análisis de qué era lo principal y qué lo secundario (Sobre la contradicción, agosto de 1937), tuvo la fuerza dirigente necesaria para hacer que sus seguidores aceptaran la alianza con el Kuomintang, el partido nacionalista y conservador de Chiang Kai-shek, para combatir unidos contra los invasores japoneses. Una vez ganada esa batalla, se dedicó a las otras.

Por todo lo anterior, en estos momentos, entendemos que lo verdaderamente progresista es defender, sin complejos, la Constitución. Y procurar, con acuerdos amplísimos, las reformas necesarias para reforzar el país y para hacerlo más viable en todos los sentidos. Ya irá marcando el tiempo -"la circunstancia histórica que atravesemos", como dijo Gómez Llorente- los afanes del futuro.

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