EL día que el Madrid anunció el fichaje de otro chico de oro el Bernabéu descubrió que puede que el mejor fichaje de la nueva temporada haya llegado del Tottenham pero no sea Bale. El jugador que encandiló al madridismo no tiene cuerpo de superatleta, ni hace los 100 metros en 11 segundos, pero sabe jugar al fútbol. Parece una memez pero hay futbolistas que se retiran sin saber los conceptos básicos del balompié, quizás aprenden a centrar, correr, chutar o defender, pero jugar, lo que se dice jugar, no. Es simple cuestión de inteligencia futbolística, y eso le sobra a Luka Modric. Desde sus arranques tuvo problemas por su estatura, por esa pinta de enclenque. Por eso lo condenaron a meter la pierna en la liga bosnia, o en la Segunda croata. Allí se fraguó, convenció a los dirigentes del Dínamo de Zagreb tras dos cesiones complicadas y dio el gran salto a la Premier, a un Tottenham que pagó 21 millones de euros por él. Luego llegó el Madrid, aunque el pasado año, quizá lastrado por una mala pretemporada, tan estresante como la que ha atravesado ahora Bale, no demostró cuanto vale. Ancelotti lo quiere como mediocentro, destruyendo con su visión de juego y creando, intentando poner orden a un Madrid que con la llegada del Expreso de Cardiff más va a parecer una carga de la caballería al contragolpe que un equipo dispuesto a mimar la pelota, a controlar los partidos. Modric, como Xavi Hernández o jugadores que son capaces de pensar como entrenadores en el campo, puede ser esa pieza que tanto busca el Madrid. Puede que Bale, el fichaje más caro de la historia, sea más mediático, pero estoy convencido que el que puede ayudar a mejorar el juego colectivo de los blancos es el croata. Porque mientras que en las inmediaciones del área quizás resulte decisivo el músculo, en el centro del campo, donde se cuecen los partidos, donde el juego se convierte en eso, en una batalla mental, es fundamental contar con gente lista. Como Modric.