Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Modelo productivo

Ha llegado la epidemia y el sector de la hostelería se ha pegado un pellejazo como el que se pegó el de la construcción

Cuando alguien habla de cambiar el modelo productivo se muere un gatito. Escucho esa monserga desde hace 40 años, cuando empezó la crisis del sector naval en la Bahía de Cádiz: que si era un monocultivo industrial, que si no podíamos vivir del llamado "transformado metálico", que si era preciso cambiar el modelo productivo. Entonces vivían de la construcción naval cerca de 20.000 personas en la comarca: los tres astilleros públicos, las contratas, la industria auxiliar (Talleres Cervera, Talleres Carpio, Talleres Faro), estaba también la Fábrica de San Carlos, Construcciones Aeronáuticas y Tabacalera. En el 82 se instaló en Puerto Real la General Motors de la mano del vicepresidente García Díez, diputado por Cádiz, que con el tiempo sería Delphi. La Ford en El Puerto, que luego sería Cádiz Electrónica. La reconversión industrial trajo la Zona de Urgente Industrialización, ZUR, con escaso éxito por lo que se vio. Varias huelgas generales, cierres de fábricas, traslados, cambios de gobierno y miles de proclamas para cambiar el modelo productivo nos condujo a mandar a nuestros jóvenes a Castellón o la construcción, donde se ganaba dinero fácil sin necesidad de formación. Cientos de miles de puestos de trabajo en lo que se llamaba "la cadena de valor" de la construcción, desde los albañiles a las tiendas de muebles. Pegó el petardazo en 2008 y todo el mundo pedía cambiar el modelo productivo. Entonces pisamos el acelerador del turismo: vengan hoteles, cruceros, vuelos de bajo coste (eso que los finos dicen "low cost"), apartamentos turísticos, Úber, Airbnb, bares de todo tipo, la nueva gastronomía, los chiringuitos chill out, las puestas de sol con música, los alemanes, los bilbaínos, los madrileños que venían a completar a los sevillanos y pacenses, nuestros visitantes habituales. Miles de personas trabajaban en un sector que como dijo con acierto el ministro de Consumo (lo único inteligente que le he oído, luego se arrepintió) no aporta valor añadido. Cualquiera podía ser camarero, los más intrépidos montaban un bar o una empresa de pimpis para enseñar la ciudad, había quien compraba casas para ponerlas en alquiler. No hacía falta formación, así que ahí encontró acomodo la juventud gaditana y española, esa que dicen que es la mejor preparada de la historia de España. Ha llegado la epidemia ("el maldito bicho" dice todo el mundo) y el sector se ha pegado un pellejazo como el de la construcción. Al menos en los años 60 a los tuberos, los fresadores y los torneros les tenían años de aprendices, cuando los hacían fijos ganaban un dinero más que suficiente para vivir. Con el turismo les pagan un sueldo de miseria para unas jornadas de 12 horas con las que un tipo se hace millonario en los tres meses de verano. La gente vuelve a pedir que se cambie el modelo productivo. El problema está en la educación.

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