desde preferencia

José Joaquín León

Miopía ante el gol

EL Cádiz otra vez volvió a abonarse a las gafitas del 0-0. Después del buen partido ante el Lucena, volvió a las andadas de la negación absoluta ante la portería. Se podrá decir que, con la ventaja que tiene como líder, el empate suma un puntito más en una jornada menos. Pero lo cierto es que siguen desperdiciando ocasiones de poner más tierra por medio. El empate de Écija huele a pifia, pues se obtuvo ante uno de los colistas, que jugó desde el minuto 53 con un futbolista menos y que tenía algunas bajas, entre ellas el cedido Lolo Armario. Un rival muy flojo, que supo frenar a un Cádiz sin ideas, lento, torpe y dependiente del balón parado.

El empate en Écija tampoco es una catástrofe, ni para pedir la cabeza de nadie. Pero es un ejemplo más del desperdicio que hace este Cádiz en tantos partidos. Es bastante lamentable que este equipo, a estas alturas de la competición, enseñe tan pocos recursos cuando un partido se pone cuesta arriba.

A pesar del dominio de la segunda parte, facilitado por un Écija con un futbolista menos tras la expulsión de Antoñito en el minuto 53, les bastó con poner el autobús ante la portería para que se viera claro que el Cádiz sería incapaz de meterles el gol. Y esto es lo más lamentable de todo: que un equipo que tenía a Juanjo, Ikechi y Ferreiro en el campo, más Dioni y Akinsola en el banquillo, y que ha fichado a Cases como refuerzo, no sea capaz de marcar tres o cuatro goles, y además tenga tan pobres argumentos para materializarlos, ante un rival de la zona baja que estaba asfixiado y en inferioridad.

Por desgracia, no es la primera vez que pasa. Y como este equipo tiene dos caras, la buena y la mala, (que es dura), siembra unas dudas innecesarias para cuando llegue la hora de la verdad. En la primera parte, un Écija que no vale gran cosa le jugó de tú a tú al Cádiz y hasta se pudo adelantar. También el equipo que ayer vistió de naranja tuvo ocasiones claras, casi todas a balón parado, por supuesto, incluso una en la que Baquero hizo de estorbo para estropear un balón que era de más de medio gol. También hubo un penalti claro a Cases que se tragó el árbitro, que era malo con ganas. Pero esto no es infrecuente en esta categoría.

En efecto, el Cádiz se encontró en Écija todos los ingredientes típicos de la Segunda B: un rival que dio leña sabiendo lo que hacía y terminó encerrado atrás cuando le costó una expulsión, un árbitro que se equivocaba hasta sin querer, un terreno de juego que no era precisamente una alfombra de las que gustan a la plantilla… Ya se sabe que la Segunda B tiene esas cosas, por eso es un suplicio para el fútbol civilizado. Ante esos argumentos hay que tener otros recursos, además de intentar pescar en los lanzamientos a balón parado.

Esos argumentos son los que no tiene este Cádiz, o por lo menos no los demuestra a menudo. En la segunda parte, con un rival que agonizaba para llegar al final con el 0-0, se veía que aunque el partido durase 500 minutos no iban a marcar un gol de jugada. Lo intentaron con una lentitud lamentable y hasta estorbándose entre ellos.

Al final, se quedaron con esas gafitas de la inutilidad en el marcador, la miopía ante el gol. Unas veces van de sobrados y otras regalan puntos, como ayer en Écija.

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