puente de ureña

Rafael / Duarte

Miedo a volar

EL arte de la guerra consiste en ordenar los ejércitos de manera que no puedan huir, (Anatole France), y el de la política consiste en enredar contribuyentes de manera que no sepan votar. Al menos es lo que deducimos cuando, una vez acabado el periplo y ante la investidura de nuevo alcalde, te coge -en sentido cuasi argentino- la gente por la calle y te culpa y te dice que pongas o te conmina a tener cuidado con, la mano señalando silenciosa como una senadora o un ex , que tú eres funcionario, que después etc... Pobres funcionarios, manipulados por funcionarios, sindicalistas, correveidiles, asesores aúlicos, batólogos lunáticos, presidentes de algo e interesados en mantas y/o flecos.

La semana pasada leíamos que López Gil descartaba un pacto con el PA pero no otro tipo de acuerdo e, imponía, según prensa, "que salgan una serie de militantes del partido andalucista de las diferentes áreas del consistorio, así como personal fiel al mismo". Ése es el pacto de impacto que no debe darse y al que me refería la semana pasada. Ése, porque ya el PSOE llega, un si es no es, al plato antes que a las tajadas discriminando funcionarios cuando la Constitución, que creo yo que es más importante que el partido dice que nadie podrá ser discriminado por nacimiento, raza, sexo, religión o creencias, ya ven, en casa del herrero, corazón de palos.... Menos mal que Pepe Loaiza lanzaba un mensaje de tranquilidad a los empleados públicos desde este diario el sábado. En los treinta y tantos años de funcionario no he visto a nadie de los que más amenazan que no haya hecho de su capa un sayo, de la política una, profesión.

La Isla es pueblo apático, ciudad dormitorio, inmovilista, rara, que vive de espaldas a la mar y a la que horripilan los cambios. La Isla dentro de los tiempos convulsos que corren, entre dantes, tomantes y asustados es un poco hidráulico contemplativa y muy dada a histerias y quejíos, a difames y murmuraciones, a catalepsias y caquexias.

Quevedo, el mejor poeta que los siglos dieron, y que fue funcionario a su manera, cuando lo amenazaban o intentaban asustarlo, decía aquello de /no he de callar por más que con el dedo /ya signando la boca o ya la frente/silencio avises o amenaces miedo… ¿No ha de haber un espíritu valiente? … No. Niegan pan, sal, pensamiento y colores políticos, aprovechando que la Derecha no tiene escritores reconocidos y que padece un complejo extraño de inferioridad, la izquierda usa insultos, escritores promocionados en ruedas de molino, y últimamente Alfredos…

El espíritu valiente de Quevedo es Pepe Loaiza. Y el dedo silencioso y las bocas mordiendo como alicates tantas y tantas gentes que conocemos o creíamos conocer y que vuelven entre turpiloquios y dicterios a negar ese estado contemplativo en el que el alma deja sus cromosomas ante la luz.

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