Cambio de sentido

Microchips y ajos

La escasez se cierne sobre algo tan moderno como los microchips y tan antiguo como los ajos

No sé si sabes que hay escasez de microchips, le comento. "De microchips… ¡y de ajos!", me responde. Mi amigo me cuenta que la sequía que vivimos va a afectar gravemente a la producción de ajos de Andalucía, y que con ello se van a perder muchos jornales. Hay algo en la conversación que me fascina: estamos hablando de microchips y de ajos, una combinación inefable, dos elementos unidos por un factor común, la carestía. Enseguida le transmito mi desasosiego. Mundo distópico este, en el que la sombra de la miseria se cierne sobre cosas tan de futurismo vintage como los circuitos integrados, y tan de las hambres posbélicas como los ajos. Como profetizaron Los ganglios, "En el futuro no hay humanoides, / ratones y piojos, de eso sí que hay".

Desde que el coronavirus nos pilló por sorpresa, tengo la sensación de que hemos pasado de pantalla, es decir, de que hemos entrado en un escenario nuevo, de mayor sensación de incertidumbre, que predispone a cierto estado psicológico generalizado de miedo y alerta, lo que resulta un estupendo caldo de cultivo para los bulos, las falacias y el ascenso de los partidos que pescan votos en el desencanto y el negacionismo chato. Las noticias sobre la carestía de licores, juguetes y ciertas materias primas están procurando que se adelanten pasmosamente los despilfarros navideños. A su vez, los medios "serios", en un alarde de irresponsabilidad, informan de que, masivamente, la población está acabando con las existencias de baterías, hornillos de gas y conservas ante la hipotética llegada de un apagón que devuelva a Europa a la noche de los tiempos. Los mismos medios que se curran una pieza "informativa" tipo "El kit de supervivencia por si hay un gran apagón en Europa", publican el teletipo en el que los expertos aseguran que es improbable que nada de esto ocurra. En la siguiente página, quizá podamos leer un reportaje sobre la extraña psicosis creciente entre los ciudadanos… ¿A qué estamos jugando? Es como si el milenarismo hubiera llegado a nuestras vidas con siglos de retraso.

Tiempos oscuros estos, insisto. No -no sólo- por la falta de microchips de los que dependemos para casi todo, ni porque el cambio climático deje su semilla de muerte en el surco. Oscuros porque entreveran con similar ansiedad lo necesario -el jornal- y lo superfluo -videoconsolas y ginebra-; negros por egoístas, histriónicos, desinformados, líquidos, superficiales, cortos de vista y de consciencia.

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