LA palabra metro es una forma reducida de decir metropolitano que, según el diccionario de la Real Academia, es un ferrocarril o tranvía subterráneo. La clave está en ser subterráneo y por eso en algunos países de habla hispana al metro se le denomina subte, que es la forma reducida de decir subterráneo.

Hace poco en Sevilla se ha inaugurado una red de metro después de muchos años de trabajo y de intentos, que por ahora dispone sólo de una línea con diseño interior de Victorio y Lucchino. De esta forma Sevilla se convierte en la segunda ciudad andaluza que tiene metro, ya que la primera fue Cádiz. Y no hay que mirar el número de paradas que haya dentro de la ciudad, sino la definición que proporciona el diccionario, por lo que, y hasta que la Real Academia de la Lengua no diga otra cosa, Cádiz tiene metro.

Se trata de dos formas diferentes de entender el metro, y que se corresponden también con los caracteres diferentes de sus ciudadanos. El metro de Sevilla es como la Feria de Abril, un circuito constreñido a la propia ciudad. Igual que la Feria, que es un circuito cerrado en una zona acotada y en el que en vez de estaciones lo que hay son casetas.

Por el contrario, el metro de Cádiz es como el Carnaval: abierto al mundo. Si uno se despista en el metro de Cádiz, o se queda dormido, puede seguir viaje y acabar en cualquier otra ciudad del Continente. Se dice incluso, que en la estación de tren de Moscú se puede comprar un billete para viajar desde allí hasta la estación de metro de Segunda Aguada en Cádiz.

Por otra parte, el metro de Cádiz dispone de unos lujos que son poco frecuentes, ya que hay metros con vagón-bar y otros también con coche-cama. Si se hiciera una encuesta a nivel mundial sobre cómo debería ser el metro ideal, seguro que se mencionarían características como estas.

Así que hoy nos corresponde, por proximidad y dada la ocasión, dar la bienvenida a Sevilla a este colectivo de ciudades (polis en Grecia) que tienen metro (metró-polis). Bienvenida al club.