La Junta lleva con el cuento del tranvía de la Bahía trece años. Ha malgastado tantas prórrogas, ha vendido tanto humo sin preguntar si quiera si era una demanda prioritaria, ha provocado tantas molestias a vecinos, comerciantes y usuarios del vehículo privado, que el nuevo Gobierno andaluz ya no se atreve a dar nuevas fechas. Lo único cierto es que el trayecto entre Chiclana y Cádiz no estará listo antes de mediados de 2020 y que no todos los trayectos acabarán en la capital. Ahora, hay que confiar en que Europa no cumpla con su amenaza tras pedirnos los 125 millones de euros que aportó para que nuestros dirigentes mareen la perdiz a su antojo. Si al final sucede lo peor, el PP y Cs cargarán contra los socialistas. Pero si tuviésemos que devolverles el pastizal, dirán que son los mejores. Si estuviésemos ante un caso aislado, si nuestra Administración funcionara, en general, como la maquinaria de un reloj suizo, cabría una cierta consideración con la clase dirigente, pero son incontables los proyectos con que los políticos se llenan la boca, para al final estrellarse con todas las de la ley, gracias a su ineficacia y a su pasión por el despilfarro. Podríamos hablar en este contexto del plan de las Aletas, ahora denominado Lógica, que lleva más de una década en el limbo, con otros cien millones esperando destino en un cajón. Y así hasta el infinito, también, en el resto de la provincia.

Si causa estupor que no sepan qué hacer con nuestro dinero, más indignación provoca que no saquen mayor partido a nuestro patrimonio. La lista de inmuebles arruinados y de solares criando jaramagos, sólo en la capital, es interminable. Son muchos los iconos del abandono y el despropósito que forman parte de nuestro paisaje, pero por citar sólo algunos, vayan por delante Tiempo Libre, el cementerio, el solar de Severiano, el de Loreto, la Ciudad del Mar, Valcárcel, Plaza Sevilla, el polígono exterior de Zona Franca, el Pabellón Portillo, Náutica o, entre otros muchos desastres, el formidable solar de la Subdelegación del Gobierno, a pie de la avenida Andalucía, símbolo de la inoperancia y el olvido. Algo similar ocurre con el jardín botánico que en su día promovió Celestino Mutis, hoy más bien un vertedero.

La dejación es tan patente, que da la sensación de que nuestros gobernantes nadan en la abundancia de suelo y equipamientos y con una Administración saneada. Pero sólo el Ayuntamiento arrastra una deuda sonrojante. Si a la Administración se le aplicara la misma medicina que en su día se le recetó a los bienes de las órdenes religiosas con la famosa desamortización tan española, seguramente muchos se llevarían las manos a la cabeza. A propuesta de los ilustrados, sus bienes se pusieron en el mercado, previa expropiación forzosa y mediante una subasta pública, para obtener el capital necesario para paliar la deuda pública. Entonces se consideraba que dichas tierras y bienes estaban en "manos muertas". Hoy nuestro patrimonio más bien parece estar en manos de mentes vacías. Si el ilustre gaditano Juan Álvarez Mendizábal, uno de los más afamados promotores de aquella iniciativa, levantara la cabeza, no daría crédito y lo mismo hasta le daba por pedir la dimisión de nuestros dirigentes en bloque. Por irresponsables.

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