Las vacaciones estivales suelen quedar marcadas por algún viaje que se realice, ya se trate de un crucero por los fiordos noruegos, una quincena de lujo en las Maldivas o una semanita relajante en Cuenca. Este año me he movido tan poco que mi desplazamiento más largo ha tenido como destino Zahara de la Sierra. Por eso, mi verano de 2018 siempre lo asociaré a un acontecimiento que la mayoría de las personas no viven jamás. A finales de agosto acudí a la celebración de las Bodas de Brillantes de la profesión de los votos simples, en 1943 en el convento jerezano Santa María de Gracia, de una monja de clausura agustina. Con la oración como dedicación principal, allí lleva 77 de los 93 años que han pasado desde que nació en una calle cercana. En un mundo tan materialista como el nuestro, seguro que mucha gente piensa que lo de sor María Auxiliadora es una locura; a mí, en cambio, me despierta un sentimiento de admiración.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios