Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Los sindicatos han perdido prestigio y atractivo en la España moderna. Sus manifestaciones del 1 de mayo han tenido menos participación que en pasadas décadas de esplendor, empequeñecidas por las multitudes que salieron a la calle el 8 y el 17 de marzo, lideradas por mujeres y jubilados. Medio siglo después de las revueltas estudiantiles en Francia o Estados Unidos que le costaron las presidencias a De Gaulle y a Johnson, el idealismo del 68 sigue vivo. Hay quien sostiene que son los mismos de entonces; que los jóvenes que protestaron contra la sociedad de consumo, la guerra del Vietnam o la invasión soviética de Checoslovaquia, salen ahora de mayores para rechazar la desigualdad.

Los centenares de miles de manifestantes de marzo actuaron con la convicción que es posible un mundo menos injusto y con las mismas oportunidades para todos. Y así conectaron con la sociedad mejor que los viejos sindicatos de clase. El hundimiento del estado del bienestar con la crisis no sólo pasó factura a la pareja política protagonista de la Transición, sino también a otras organizaciones que se repartían los mercados institucionales en régimen de duopolio. Duopolio y fraternidad; resulta enternecedora la entrevista de Pedro Sánchez en El Mundo en la que dice que el PP no está tan mal...

A UGT y Comisiones Obreras les ha pasado lo mismo. Y si sus mermadas manifestaciones del 1 de mayo han tenido una participación decorosa ha sido por la contribución y consignas de colectivos de mujeres y jubilados. Pero no es del todo cierto que estemos sólo ante un fenómeno de vuelta a la lucha callejera de la generación de los 60. También hay jóvenes en el movimiento feminista, en un pacto generacional que retrata a la sociedad actual, en donde la protesta está liderada por jóvenes y mayores. La gente de edad intermedia tiene mucho menos tiempo, dedicada con responsabilidad a la crianza de sus hijos en una sociedad en la que los servicios públicos han disminuido tanto como los salarios.

Los dos principales sindicatos regionales desarrollaron en los años de abundancia una alianza a tres bandas con el Gobierno autonómico y la patronal CEA, que les proporcionó decenas de millones de euros para su financiación vía formación, a través de siete acuerdos llamados de concertación social. La política económica de la Junta se ahorraba así cualquier crítica mayor por su parte. Unan a eso la tendencia de los sindicatos a defender antes a sus afiliados que a los no lo eran, a los trabajadores más que a los parados, a los activos en preferencia sobre los jubilados, y tendrán la foto de la realidad actual.

Además de la lucha por la igualdad y la dignidad, el movimiento feminista -también el de los jubilados- ha tenido la virtud de proponer a la sociedad nuevos horizontes de utopía, capaces de generar ilusiones colectivas. Como las que hace medio siglo recorrieron el mundo. Es su momento.

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