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La firma invitada

Manuel A. González Fustegueras

Medio ambiente, desarrollo y política

HOY en día el medio ambiente parece haberse convertido en una de las principales preocupaciones, tanto de los ciudadanos como de los gobernantes, incluso algunas constituciones, como la nuestra, incluyen en sus textos referencias concretas al derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado. Sin embargo, lo que no aparece casi nunca es una definición o concepto de medio ambiente. A lo sumo se recogen una serie de factores que lo integran. Esta falta de definición se debe a que, con el tiempo, el medio ambiente ha ido adquiriendo tal complejidad que se hace muy difícil fijar sus límites. Así, aquí y ahora, podríamos definir el medio ambiente como el conjunto de los elementos que forman, en la complejidad de sus relaciones, el marco, los medios y las condiciones de vida del hombre y de la sociedad, tal y como son o tal y como se conciben. Es este concepto de medio ambiente el que me interesa, el medio ambiente entendido como el entorno o las condiciones biológicas, físicas y sociales en que se desenvuelve la sociedad humana; que es el que experimenta las más fuertes y complejas transformaciones con los procesos de crecimiento, desarrollo y cambios sociales y económicos.

En todo y cada uno de estos procesos de transformación los resultados obtenidos tienen un doble signo, tienen una doble valoración para la sociedad. Unos son valorados de forma positiva, mientras que otros lo son negativamente. Son valorados positivamente: el incremento de los niveles medios de ingresos y de consumo de la población y la productividad económica de la sociedad. Son valorados de forma negativa: el deterioro de algunos elementos ambientales como el aire, el agua, el hábitat rural y urbano y los recursos naturales. Con la intensificación de los procesos característicos del desarrollo, fundamentalmente del desarrollo urbano, la incidencia social de los aspectos negativos se ha ido acentuando con especial gravedad y dramatismo y lo que es peor, afectando de forma especial a los sectores menos favorecidos por los aspectos positivos del desarrollo. Cualquier acción de desarrollo, implica pues, consciente o inconscientemente, una forma de "gestión ambiental" donde, de un lado, se utiliza el medio ambiente en función del desarrollo y de otro, se paga el coste ecológico de la intervención. No obstante, me atrevo a afirmar que la defensa del medio ambiente no tiene por qué ser contraria al desarrollo, y es más, me atrevería a decir que el objetivo básico de una política ambiental, sería conseguir una mejora progresiva de la calidad de vida a través de un desarrollo racional y equilibrado, pero también de una más justa distribución de los beneficios derivados de dicho desarrollo.

Ante este planteamiento, es indudable que es la sociedad, en sus distintas expresiones, la que debe asumir la problemática ambiental y su potencial correspondiente, porque será imposible conseguir una mayor incorporación de todos los aspectos de esta dimensión si no se manifiesta como una verdadera necesidad de cambio por los diversos sectores de la sociedad. Sin embargo, los distintos grupos que conforman la sociedad perciben de forma diferente el medio ambiente, pues los conflictos de la sociedad, sus estructuraciones y sus relaciones, necesariamente se reflejan en la problemática ambiental. Más aún, estando el medio ambiente físico sujeto a apropiación privada y siendo, además, cada vez más escasos algunos recursos, no cabe la menor duda que los conflictos entre los distintos grupos sociales repercutirán cada vez más en la problemática ambiental.

Negarle, por tanto, a la cuestión ambiental este papel "político" es negarle la base fundamental para que pueda ser realmente incorporada a una política de desarrollo. Convertirla en algo aséptico hará que los que tomen ese rumbo promuevan esfuerzos estériles e insuficientes, e incluso que carguen los esfuerzos de la sostenibilidad sobre los territorios y sobre los grupos de población más necesitados, mientras se están tomando las auténticas decisiones, con importantes implicaciones medioambientales, donde realmente se produce la presión política y económica por parte de determinados intereses. Si el medio ambiente, en el sentido amplio al que nos hemos referido al principio, aún no tiene la prioridad e importancia que merece se debe a que la miopía de muchos no lo identifican ni lo relacionan con los problemas inmediatos que agobian a la población, dadas las necesidades de una parte importante de ella de mejorar sus niveles de ingreso y empleo, para aspirar a un futuro razonable.

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