TODO hace pensar -cuando el río suena, agua lleva- que Javi Gracia está viviendo la presente semana en el corredor de la muerte. Casi nadie apostaría un céntimo de euro por su continuidad en el banquillo si el Cádiz no es capaz de ganar mañana en Anoeta a un todopoderoso vicelíder que marcha embalado hacia una máxima categoría que fue su hábitat durante décadas y décadas hasta hace bien poquito. Supongo que, como es habitual en estos casos, a Gracia se le comunicó el consabido ultimátum -algo que las partes implicadas casi nunca reconocen- el miércoles para que fuera preparándose para lo que le espera el sábado por la noche si no llega a ultimísima hora un indulto en forma de sorprendente victoria en campo guipuzcoano que le sirva para quitarse la soga del cuello.

El último héroe del cadismo -el mérito de lo realizado la pasada temporada fue enorme- puede verse en San Sebastián en una disyuntiva difícil de resolver. Si,avanzado el encuentro, el Cádiz va empatando y mostrando buena imagen, ¿qué hacer? ¿Amarrar en un campo inconquistado hasta el momento un punto que puede valer su peso en oro al final de la competición, condenándose así a ser destituido, o arriesgar de manera irracional en pos de un triunfo improbable que evite su ingreso en la nutridísima lista de parados?

Admito los ultimátums, pero siempre que conlleven cierta flexibilidad que impida situaciones contraproducentes. Creo que a Gracia le satisfaría, como a la gran mayoría del cadismo, sumar un punto en Anoeta, pero quizá se lo hayan puesto muy difícil al aún entrenador del Cádiz para afrontar la hipotética elección.

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