LOS ciudadanos de Cataluña están llamados hoy a votar si quieren un Estado catalán y si quieren que ese Estado sea independiente de España. Será una votación singular en todos los sentidos. Por una parte, no se puede llamar referéndum porque lo prohibió el Tribunal Constitucional debido a que atribuye al pueblo catalán una condición soberana que la Constitución no reconoce; ni consulta, porque igualmente el TC la rechazó por los mismos motivos. Será la culminación de un "proceso participativo", el simulacro ideado por Artur Mas una vez que referéndum y consulta fueron legalmente imposibilitados. Por otra parte, el seudorreferéndum ha sido decretado, financiado, organizado y publicitado por la Generalitat, pero atribuido finalmente a la "sociedad civil", que es el eufemismo que engloba a las organizaciones y plataformas secesionistas. Es la fórmula que cree haber encontrado Mas para sortear las leyes y engañar al Estado democrático, diluyendo su entera responsabilidad en el proceso, ideado y planificado desde arriba, justo donde él se encuentra. Por último, las condiciones en que se va a celebrar la consulta no pueden ser más contrarias a los mínimos principios democráticos de neutralidad, igualdad y garantías. Se va a votar, en colegios o en plena calle, sin atenerse a un censo oficial de electores digno de ese nombre, en urnas de cartón, con los gobernantes volcando todo su poder en favor de la opción separatista y con un cuerpo de componentes de las mesas e interventores formado por "voluntarios" igualmente integrado por ciudadanos partidarios de la independencia. Ni neutralidad, ni igualdad ni garantías. Ni tampoco transparencia. El resultado ya es conocido, y su inutilidad también. No es fácil encontrar en la sociedad occidental un mejor ejemplo de referéndum tramposo y manipulado. Mañana todos los problemas de Cataluña seguirán en pie, igual que las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Una jornada triste.