Crónicas del retornado

Guillermo / Alonso / Del Real

Marías

CREO que hay pocas cosas que me subleven tanto, como escuchar la expresión "marías", o "marujas" o "las maris". Suele utilizarse en tono despectivo para señalar a las amas de casa, sobre todo a las amas de casa vulgares y corrientes, sin un especial "pedigree" social o cultural.

No sólo me enfada, también me sorprende que haya gente capaz de etiquetar con una suficiencia tan categórica a un montón de personas, así, por la brava y sin cortarse un pelo. Bueno, pues, si todas estas personas le parecen simples "marías", usted, caballero, o distinguida dama: ¿cómo se clasificaría, qué etiqueta adjudicaría al selecto colectivo (eso del colectivo está muy de moda) al que cree pertenecer? ¿Al de mentecatos suficientes? ¿Al de enteradillos catetos?

No sé si nos damos cuenta de que las señoras amas de casa son, en este momento, la espina dorsal de nuestra sociedad. O, más bien, su corazón. Me refiero a la sociedad chiclanera, la nuestra, aunque me parece que se podría aplicar a muchas otras del paisaje ibérico. Precisamente ahora, en estos momentos de importantes dificultades económicas y sociales, más que nunca.

Eso de ser "maría" no se elige, viene dado por unas circunstancias culturales de largas raíces históricas. Simplificando mucho las cosas, hay que decir que, para que haya una "maría", tiene que haber un "manolo" (utilizo ese nombre tan corriente, como podía haber dicho "antonio" o "pepe"). Va en minúsculas para hablar de personajes genéricos, no concretos llamados Manolo, Pepe o Antonio. Hace no tanto tiempo, el "manolo" era el que trabajaba fuera y aportaba el salario para la supervivencia familiar; lo grueso, por lo menos. Esto le hacía acreedor a toda suerte de privilegios, era el rey de la casa. Le planchaban la ropa, le ponían delante el plato, quedaba exento de cualquier aportación a las tareas domésticas… Y eso que ella, la "maría" a lo mejor hacía compatibles esas tareas con la confección a destajo de muñecas. ¿Recuerdan aquella estampa tan familiar, la de señoras sentadas frente a su puerta cose que te cose por dos reales y medio?

Bueno, pues eso se acabó, porque nuestro "manolo" se ha quedado sin trabajo y con mucha frecuencia sin cobrar el paro, porque le había tocado currelar en negro, normalmente en construcción o industrias anejas. Pues lo curioso es que el esquema familiar no parece haber cambiado, sigue funcionando según la vieja fórmula, o así sucede en la mayor parte de los casos, con perdón de las muy loables excepciones. O, mejor dicho, casi ha empeorado.

Como me encanta la anécdota y creo que a los distinguidos lectores también les va, vayamos a casos concretos, tal vez imaginarios, tal vez reales.

María (llamémosle así) tiene a su marido aquejado de una invalidez para el trabajo que antes desempeñaba; pero, según la administración, podría dedicarse a otra cosa, aunque la administración no dice a qué cosa, ni le ofrece ocupación alguna. Total, que se ve obligado a cuidar cuatro gallinas y a poner unas pocas verduras, que ella vende a precio de casi nada. Entonces María va manteniendo la familia limpiando una casa un par de veces por semana o tomando encargos para coser, ya que tiene muy buenas manos para eso. El hijo, también en paro, vive con ellos. María es una mujer muy alegre (menos mal) y cuenta la mar de divertida que su Manolo y el niño no saben planchar un huevo ni freír una camisa, así que ella se hace cargo de todo lo del hogar.

María es bastante mayor que María, pero también tiene lo suyo. Enviudó hace unos años, tras haber pasado todo un calvario cuidando a su marido, enfermo de una de esas terribles enfermedades que te roban la personalidad durante muchísimo tiempo. Un gran hombre, por cierto. ¿Ahora puede descansar después de tantas fatigas? No: se ocupa de hacer la compra y cocinar para los hijos, que trabajan fuera, recoge del cole y cuida del nieto, pasa por donde otra hija, que tiene un montón de chavales y María le echa una mano en todo lo que puede…

A eso me refería cuando afirmé que las "marías" son espina dorsal y corazón de nuestra sociedad. Sobre todo, corazón, un corazón como una casa. Y no pienso hablar de conductas heroicas, ni de heroísmo; porque ellas lo encuentran todo de lo más natural y seguro que se me tomaban a cachondeo con muchísima razón.

El pasado miércoles tomaba café con una amiga estupenda, periodista y teatrera; sí, me refiero a Teresa, y me comentaba que ya va habiendo también muchos "marujos", pero que no son exactamente iguales, que son otra cosa. Seguro que tenía razón, somos otra cosa. No me hace falta echar mano de las tesis del feminismo oficial para considerar que ya va siendo hora de que esta histórica injusticia cultural, vaya enmendándose.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios