José De Mier Guerra /

La Mancomunidad de la Bahía

El pasado viernes asistí a una conferencia en la sede social del Club Novo Sancti Petri sobre la "Sociedad Civil y Cádiz 2012", la impartió el presidente del Ateneo Gaditano, Ignacio Moreno, y formaba parte de un ciclo cultural "Encuentros del Novo" que coordina el profesor Manuel de la Concha y patrocina la Clínica Novo Sancti-Petri. Se habló de las expectativas que con la celebración de los eventos de 2012 se habían creado entre la población y las frustraciones que el resultado de estas celebraciones se podrían originar en los ciudadanos. Aunque se celebra el segundo centenario de la proclamación de la Constitución de 1812, no se mencionó la Constitución sino los beneficios que deberían aportar estos acontecimientos a Cádiz y su Bahía.

Me parece que muchos son los que utilizan esta expresión de Bahía de Cádiz como pura retórica dentro de un discurso, parece que suena bien, pero son muy pocos los que se la creen. Cómo, me pregunto, si se pensara en Bahía se podría entender que para solucionar la teórica gran asistencia de publico durante las efemérides se pudiera pretender ubicar temporalmente hoteles flotantes en el muelle de Cádiz (teniendo mas de 20.000 plazas en las ciudades de la bahía) o cómo se puede explicar que el puente de "la Pepa" aparezca como algo de la ciudad de Cádiz y orgullo de ella, ignorando constantemente que un puente tiene necesariamente dos estribos y uno de ellos está en Puerto Real.

La mancomunidad de la Bahía de Cádiz, mejor dicho, la interrelación de los cinco municipios de Cádiz, San Fernando, Puerto Real, Puerto Santa María y Chiclana no se debe concebir como una simple unión de gestión administrativa para suministrar no sé que servicios. Es algo más importante, es un territorio único en España, donde de una manera espontánea y muy antigua se asientan diversos núcleos de población sin posibilidades lógicas de unión, ya que están separados por espacios de pura naturaleza.

Tiene el mismo origen sociológico que un municipio pues no deja de ser una agrupación de familias, casi 500.000 habitantes, que se sitúan en un mismo territorio para poder satisfacer las necesidades que originan el desenvolverse como vecinos.

Los primeros trabajos que se hicieron para intentar ordenar este territorio teniendo en cuenta las necesidades de sus habitantes se hicieron a principios de los 80 del pasado siglo, hace ya mas de 30 años. Estudios que fueron coordinados por el geógrafo de la Universidad de Sevilla Florencio Zoido y en ellos participó la Casa de Velázquez.

Recuerdo el debate que se produjo sobre la inclusión o no del término municipal de Chiclana dentro de la ordenación de la bahía, ya que geográficamente no estaba el municipio bañado por el agua de la ensenada gaditana. Muchos pensaban que era preferible ser "cabeza de ratón", dentro de la mancomunidad de la Janda con Conil y Barbate, que "cola de león", uniéndose a grandes y potentes municipios como San Fernando y Cádiz.

Ganaron los criterios más humanos, los de la relación entre las personas y de los vínculos que a lo largo del tiempo se han generado entre ellos. Hoy es normal vivir en Chiclana, trabajar en Puerto Real e ir de compras y de tapas a Cádiz o El Puerto. Muchos habitantes de la bahía tienen su segunda residencia en otro término municipal de donde poseen la primera. Es decir que nuestra relación diaria es mas propia de vecinos de una sola ciudad que de ciudades distantes.

Otra cosa es que esta "utópica" ciudad de casi medio millón de habitantes tenga problemas de gestión, o de movilidad o de prestación eficiente de servicios cada vez más necesarios. No tienen sentido las grandes diferencias de impuestos y tasas municipales de unos ayuntamientos a otros ni que el agua o la recogida de residuos en las ciudades de la bahía tengan costes tan distintos. Tenemos que encontrar fórmulas que tiendan a converger estos servicios en calidad y precio, pero siempre buscando una "economía de escala" con la colaboración y cooperación de todos y en servicios que no se puedan prestar con la máxima eficacia y mejor precio de una manera aislada. La situación de la mancomunidad del bajo Guadalquivir, con una deuda casi inasumible y una nómina de más de 400 trabajadores no debiera nunca repetirse.

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