NACIONES Unidas ha asumido que de la cumbre de Copenhague no saldrá un nuevo tratado sobre cambio climático que sustituya al aprobado en Kioto. Las declaraciones de su representante para cambio climático, Yvo de Boer, de que de Dinamarca sí saldrá un gran acuerdo político, aunque no legalmente vinculante, sólo pueden ser entendidas como un intento de mejorar los malos resultados obtenidos durante estos días en Barcelona, donde los países han mantenido varias sesiones preparatorias para Copenhague. 40 jefes de Estado ya han anunciado que asistirán a la cumbre danesa, donde estarán representados 190 países. Será por tanto una gran cita internacional, que demostrará la preocupación de los líderes internacionales por el futuro del planeta, pero puede que también signifique un gran fracaso colectivo si de esos días no sale un nuevo tratado que comprometa jurídicamente a los estados. Los dos grandes problemas que ensombrecen el acuerdo se han visto durante estos días en Barcelona. Estados Unidos, que es el país con mayores emisiones de dióxido de carbono, no quiere comprometerse con una cifra concreta de reducción y, además, se niega a firmar un acuerdo si no se fijan, a su vez, las obligaciones de los países en vías de desarrollo. Estados Unidos no puede concretar las cifras porque tiene un problema de encaje legislativo. La Administración de Obama quiere esperar a que el Senado apruebe una ley que fije las reducciones, ante el temor de que un tratado internacional, como el de Copenhague, pueda ser rechazado después en el Congreso. En el lado contrario, se ha constituido un grupo de países en vías de desarrollo, el denominado G-77 más China, que mantienen que ellos pagarán dos veces los efectos del cambio climático: por un lado, se trata de amplias regiones del planeta, como África, donde ya están sufriendo las alteraciones del clima producidas por las emisiones de los países industrializados y, de otro, se les exige que limiten su crecimiento. La UE acepta unilateralmente una reducción del 20% al 30%. Si EEUU no logra comprometer una cifra, Copenhague será un fracaso que, en el mejor de los casos, sólo se podrá solucionar en el plazo de un año en una nueva cumbre.

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