Yo te digo mi verdad

Majestad descontrolada

La gente no cambia con los años, sino que conforme los van cumpliendo su verdadera personalidad se va mostrando

Lo que no entiendo es que alguien que es rey, como quien dice "¿qué más quieres, hombre"?, tenga necesidad de rebajar su cargo casi divino a la vulgaridad, disfrazada de lujo elitista, de llevar de viaje en jet privado a su amante. Pongámonos en el caso: eres la cabeza de toda una nación que se dice antigua, grande y orgullosa, tienes a tus pies un país entregado, por donde vayas la multitud te vitorea, en las crónicas históricas apareces como un héroe que salvó al pueblo de caer de nuevo bajo una dictadura, has conseguido que muchos antimonárquicos y republicanos acepten convencidos tu jerarquía, que estando en un puesto tan alto nadie te pueda culpar del paro, del terrorismo, de las sucesivas crisis que golpean a los de siempre… y tú mientras dejándote llevar por pensamientos sólo dignos de nuevos ricos y protagonistas de 'pelotazos' económicos.

Cuando la Historia, así con mayúsculas, te había señalado como en un designio de los dioses, para figurar en sus crónicas, cuando tu nombre aparecía en letras de oro en monumentos, en rótulos de avenidas, en títulos de universidades, en la proa de enormes portaviones; cuando los cañones habían gastado toneladas de pólvora en salvas de ordenanza y millones de personas de buena fe se habían dejado la voz deseándote larga vida a ti y a toda tu sangre… te sumerges en una pequeñez indigna de tanto esfuerzo colectivo y florecen en cambio unos bajos instintos para los que no estabas convocado.

He defendido siempre una particular teoría general, no sustentada en ningún estudio científico ni análisis de fuentes expertas, y es la siguiente: la gente no cambia con los años, sino que conforme los van cumpliendo su verdadera personalidad se va mostrando como es, y cada vez con menos complejos, como si las personas se cansaran de fingir.

O tal vez, simplemente y en este caso, nuestro personaje haya sido simplemente un producto de una educación y un entorno general que le enseñó que se podía llegar a lo máximo simplemente por cuna, que nadie podría exigirle nunca ninguna responsabilidad y que, por supuesto, tenía todo el derecho a vivir a cuerpo de rey. Tal vez, simplemente, todo esto se le (y nos) podría haber evitado si la persona, y la institución, hubieran estado bajo un control más férreo y a la altura que su compromiso con el pueblo requieren. Si la Jefatura del Estado hubiera estado bajo la necesaria lupa democrática que incluso hoy mismo, todavía, se niega.

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